domingo, 26 de abril de 2009

Melómano

Me gusta la música a un volumen alto, considerable. No estruendoso pero sí potente. Eso sí, sólo en altavoces. Hay que cuidar los oídos con el volumen de los auriculares.

La sucesión de canciones es lo más parecido a una montaña rusa que tienes en casa. Subidas y bajadas convertidas en bpm's. Decibelios azotando tu cara como viento.

Pasar de (Get Off Your) High Horse Lady de Oasis a Efectos vocales de Nach es imposible en cualquier bar, pub, garito, sala o discoteca. Por eso, en general, no me gusta estar en ellos. Porque además allí la música es estruendo. Y encima mala (o al menos no de mi agrado).

Aleatorio. Una palabra, un concepto sin el que la vida se me haría cuesta arriba. Que suene lo que quiera. Todo me gusta. Para algo he seleccionado esta música. Daylight de Coldplay da pie a nuevos pensamientos relacionados.

La tecnología fomenta el descubrimiento de nueva música. Ansías llenar la memoria que le queda libre a tu reproductor de música. Amplías tus fronteras musicales. Grupos de los que antes reconocías que hacían buena música ahora los llevas contigo y los escuchas. También redescubres grupos que habías dejado de escuchar por una cuestión de preferencias y límite de capacidad. Trust In You de The Offspring ha hecho que me de cuenta de esto último.

Y este recorrido mental acaba con Libertad es la ley de Sicario

Saludos

lunes, 20 de abril de 2009

Tentación (Relato)

Te encuentras en una habitación amplia, luminosa, como el hall de entrada a un imponente rascacielos pero con una sensación confortable, casi hogareña.
Las lisas paredes de mármol blanco contrastan con un cómodo suelo de láminas de madera de un color marrón que no sabrías nombrar.
El lejano techo es una gran bóveda de cristal por la que entra una ingente cantidad de luz, casi molesta para los ojos, pero innegablemente agradable.
Paseas arriba y abajo, tocando cada placa de mármol como si fueran diferentes una de otra, acercando tu cara al suelo para notar su mullida textura. Estás disfrutando de tu estancia en este lugar.
No podrías calcular el tamaño de la sala. De hecho, conforme te acercas a las paredes, estas parecen alejarse de ti, como si se sintieran tímidas ante tu presencia, si eso fuera posible.
Estás a gusto. No tienes frío ni calor. Ni hambre ni sed. En realidad tienes la impresión de no haber sentido esas necesidades nunca. No querrías abandonar este lugar nunca.
De repente te fijas en el centro de la sala. Ves algo que antes te pasó desapercibido. Una circunferencia en el suelo de aproximadamente un metro de radio. Parece la boca de un pozo, pero sin brocal.
Te asomas al agujero, temeroso de resbalar y caer. Una bocanada de aire frío te golpea en la cara. Gritas hacia el agujero, que te responde con un eco largo, profundo, como venido del más allá.
No consigues comprender como, en un sitio tan agradable, existe algo tan peligroso y aterrador. No lo concibes, se escapa a tu lógica y a tu instinto básico de seguridad.
A pesar de saber su peligrosidad, te sientes atraído hacia él. No dejas de plantearte preguntas sobre el pozo y para ninguna de ellas tienes respuestas. Ese desconocimiento te tensa. Te agitas como un animal enjaulado que día tras día viese una posibilidad lejana de escapar. Sin embargo, hace escasos momentos te sentías bien, seguro y protegido. Ahora la oscuridad te atrae, el miedo te acerca al pozo, sucumbes a la fatal tentación.
Te arrojas dentro de la tenebrosidad del pozo. Y caes, caes, caes...
Y mientras caes no puedes evitar echar de menos la confortable habitación de la que sólo alcanzas a ver un punto de luz más y más pequeño cada vez.
Y caes, caes, caes...

Saludos

miércoles, 8 de abril de 2009

Regularidad

Me parece que hace siglos que no escribo cuando en realidad hace poco más de un mes. Poco más de un mes sigue siendo demasiado tiempo.
Y no es que haya estado muy liado, o que no haya tenido disponibilidad de un ordenador (esto es sólo aplicable a la última semana), o que no se me haya ocurrido nada sobre lo que escribir. He llegado a la conclusión de que me falta una regularidad, una rutina de escritura.
Porque sí, está bien que te venga la inspiración y plasmarlo en papel para que no se te olvide, o darle vueltas a una idea hasta que le das la forma suficiente para que se convierta en algo mínimamente desarrollado.
Pero pensemos en el oficio de escritor, del tipo que sea, bien cronista, articulista o, de manera genérica, novelista. Toda esta gente le tiene que rendir cuentas al tiempo, sea dictado por el cierre de edición de un periódico o revista o por la fecha prevista de publicación de su siguiente novela. Toda esta gente necesita ponerse a trabajar para cumplir fechas, no les basta con que les vengan las ganas de hacerlo.
También es cierto que yo no tengo esa obligación para con nadie, más allá de los lectores asiduos a los que no creo que les falte el sueño por no leer nada mío (en caso contrario debo disculparme) pero será una obligación auto impuesta que tampoco me vendrá mal. Así perderé menos el tiempo.
Saludos