jueves, 13 de mayo de 2010

Papeles (Relato)

-¿Qué haces aquí?
Esa pregunta me salió del alma, tan rápido que no fui consciente de ella hasta que la oí de mi propia voz. Ella estaba allí plantada frente a mi puerta, con cara de no haber roto nunca un plato, aún sabiendo que me había roto, como quien dice, toda mi vajilla.
-Te echaba de menos.
La última vez que nos vimos me dijo que no quería volver a verme en la vida y ahora, de repente, sorpresa. Como el fogonazo de un radar al tomarte la fotografía prueba de tu infracción. Igual de agradable.
-Desde que rompimos...
Vaya, así que fue algo consensuado. Primera noticia.
-La expresión que buscabas es "Te dejé"
-Como quieras, no he venido a discutir.
Que curioso, ese fue uno de los motivos que esgrimió "Últimamente pasamos todo el tiempo discutiendo" Una vez más discrepancia en los conceptos: ella levantaba la voz, yo intentaba calmarla y dialogar.
-Desde que, como tú dices, te dejé...- el tono de esas dos últimas palabras está cargado de resquemor-...he pensado mucho en ti. En nosotros. Creo que cometí el mayor error de mi vida cuando te separé de mi lado.
Así que ha pensado mucho en mí. Yo pensé mucho en ella. Siempre una copa y yo pensando. Buscando motivos, soluciones, culpas y respuestas. Echando litros de más porque echaba a alguien de menos.
-No sé que quieres que te diga.
-Dime que todavía podemos arreglarlo. Que alguna vez podrás perdonarme. Que podremos volver a estar bien, juntos.
Tengo la bola en mi tejado. Por primera vez en nuestra relación puedo decidir egoístamente, no intentando contentarla con la opción que elija. Si esto fuera una película nos besaríamos, la abrazaría fuerte y lloraríamos mientras la cámara va abriendo el plano, dando la sensación de estar separándose de nosotros, dejándonos disfrutar de nuestra felicidad con intimidad. Pero aquí, en la realidad, las cicatrices no son de maquillaje.
-Honestamente debo agradecerte estas disculpas a tu manera. Y te mentiría si te dijera que estoy mejor sólo, que no me gustaría tener a alguien con quien compartir la vida.- Una sonrisa de esperanza se dibuja en su cara. Nunca esperaba a que terminase de hablar. Sacaba conclusiones precipitadas- Pero si de algo estoy seguro es de que estoy mejor sin ti.- Cuando una ilusión se quiebra suena a cristales rotos. Ya no hay sonrisa en su cara, sino un gesto indefinible- Y ahora si me permites, no me gustaría cerrarte la puerta en las narices.

No tiene voz para decir nada más. La veo darse la vuelta y alejarse caminando lentamente, como aturdida, noqueada por un puño imaginario que la ha golpeado sin esperarlo.

Hemos cambiado los papeles. Me recuerda tanto a mí...


Saludos

lunes, 10 de mayo de 2010

Aceptación (Relato)

Se despierta de madrugada con la sensación de no haber descansado a pesar de llevar varias horas acostado. Otra noche más, piensa mientras se incorpora hasta sentarse en la cama. Otra noche más en la que su cabeza le juega la mala pasada de desvelarlo, como rebelándose con el uso que hace de ella o simplemente por joder, quién sabe. A su lado su mujer duerme sin percatarse de sus movimientos.
Coge su bolsa de tabaco, papel y mechero y se dirige hacia la terraza. Mientras lía el cigarro observa la calle: a altas horas de una templada noche de verano son pocos los coches que circulan por la calzada y sólo rompe la calma del barrio un grupo de chavales que vuelven, supone, de haber tomado unas copas. Su estado provoca que les importe un bledo el ruido que hacen o las voces que están pegando. Todos hemos sido jóvenes, piensa. Aunque de eso hace tiempo, lo que parece una eternidad, sentencia.
Enciende el cigarro y a la primera bocanada de humo que expulsa la acompaña un hondo suspiro. Apoya los brazos en la barandilla, sintiendo la tibieza del hierro, todavía templado después de toda la tarde recibiendo los rayos del sol. Continuamente da caladas al cigarro para evitar que se apague, cosa de esos papeles de combustión lenta, tan diferentes de los normales que se pueden ver en cualquier cajetilla de tabaco. Aunque en realidad también lo hace con la secreta esperanza de coger un ligero mareo, como le ocurría las primeras veces que de joven fumó algún cigarrillo con los amigos del colegio. Quizá eso le ayudase a dormir.
Sin que se de cuenta, ella se ha acercado hasta él hasta abrazarlo cariñosamente por la cintura, apoyando su barbilla sobre el hombro de él, para lo que tiene que ponerse de puntillas.
-¿Qué haces aquí?-le pregunta
-No puedo dormir. ¿Y tú?
-Me he despertado y como no estabas en la cama he venido a buscarte.-mientras le decía esto ella lo ha girado para hablarse a la cara-¿Estás bien?¿Te pasa algo?-pregunta entre preocupada y cortés.
-No te preocupes, estoy bien.-contesta esbozando una sonrisa forzada que debido a la penumbra y a los ojos medio cerrados por el sueño de su pareja pasa desapercibida-Acuéstate. En cuanto termine el cigarro voy para la cama.
-Pero no tardes. Ya sabes que mañana comemos con mis padres y antes tenemos que pasar por algún sitio a comprar el vino.
-De acuerdo.-Le da un beso en la frente como despedida y ella, señalándose el labio, le pide otro que gustosamente le da. La ve alejarse por el salón adivinando su cuidado cuerpo bajo la ancha camiseta que usa para dormir.
Aunque no puedo negar que he tenido suerte, se dice. Ahora su sonrisa es franca, real. Tras un par de caladas mira el cigarro al que todavía le queda un dedo de tabaco. Lo arroja al vacío y lo observa caer dando vueltas, pareciendo que las brasas aún encendidas le estén mandando algún tipo de mensaje de destellos cifrado.
Al volver dentro se huele los dedos, odiando el olor que se ha quedado impregnado en sus yemas. Antes de acostarse pasa por el cuarto de baño y en total oscuridad se lava las manos. En el espejo descubre su silueta a duras penas. Negro sobre negro, pero diferentes tipos. Así, mezclado con el entorno hasta el punto de apenas distinguirse a sí mismo, recuerda una frase con la que ha afrontado toda su vida y que le vacía la mente.
Hasta ahora todo va bien.

Saludos