jueves, 15 de septiembre de 2011

Una buena chica (segunda parte)

La multitud de gestos de amabilidad social, algunos con verdadero amor, otros fruto del cariño, y cierto número de ellos por pura cortesía (los cuales se agradecen igualmente) se ven empañados por una única muestra de desprecio.
Desprecio, por otra parte, totalmente inventado porque ¿puede demostrar desprecio alguien que actualmente no muestra ningún tipo de interés?
Es mi ego el que habla: que no demuestre ningún tipo de interés en ti, con todo lo que tú eres, ya es suficiente desprecio. No te merece.
Exagerado. Hay personas con vidas y circunstancias. Las cosas son lo que son y el resto da igual. La mierda ocurre. No hay que buscar culpables en estas historias. Mejor dejarlas pasar.
Eso no quita para que mi parte emocional se lo tome como le parezca.
Múltiples puntos de vista, todos con su parte de razón. La verdad es una amalgama, un cóctel removido con una de esas varillas metálicas alargadas. Y en todo caso seguiría siendo una parte de la verdad.
Se levanta la sesión. Los contertulios se saludan sonrientes, como viejos amigos acostumbrados a polemizar.
Siempre quedan unas reflexiones: ¿por qué pienso tanto precisamente en esto?¿Por qué el árbol no permite ver el fantástico parque de atracciones que hay detrás?¿Por qué no acabar con una estupidez?

Saludos

jueves, 8 de septiembre de 2011

Orillas (Relato)

Sus solitarios pasos resuenan en la calle sólo ahogados por los pocos coches que, a estas horas de la madrugada, se dirigen a destinos desconocidos.
La manos en los bolsillos, la cabeza gacha y una estela de pesadumbre tras de sí. La viva imagen de la desolación, si es que a un cuerpo con el alma destrozada se le puede considerar vivo.
Su vida ha cambiado tanto de un tiempo hacia acá que únicamente su bien amueblada cabeza le ha permitido mantener la lucidez y ordenar, casi desde cero, su futuro más inmediato.
Camina hacia el sitio que siempre le transmite serenidad. Un sitio que, por cercanía, siempre ha considerado parte de su casa.
Por la noche el mar une su oscura inmensidad con la del cielo. Hasta la orilla ha llegado el protagonista de esta historia (la historia de su vida), que se sienta sobre la húmeda arena sin importarle mojar su ropa.
Es consciente de la antítesis: algo tan cambiante y en continuo movimiento como el mar es su punto de anclaje, el pilar que siempre ha formado parte de su existencia porque siempre ha estado ahí.
Incluso él, como cualquier persona lúcida en una situación desesperada, ha pensado en abandonar, rendirse. Dejar de luchar y permitir que la corriente de los acontecimientos lo arrastre a cualquier orilla. Orilla como en la que está sentado. Pero no. Sabe perfectamente a dónde quiere llegar: ya ha elegido en qué orilla quiere desembarcar y sabe que sólo con su esfuerzo y con pasos seguros, aunque en ocasiones dolorosos, podrá llegar allí donde desea.
Absorbe la calma que desprende el mar y el sonido de las olas. Olas que, igual que arrastran piedras y conchas, se llevan consigo toda la maraña de pensamientos que enturbiaban esta noche su mente.
Es hora de volver a casa. Un sueño reparador será el epílogo de este mal día y, a su vez, el prólogo de un nuevo día en el que seguir escribiendo su propia vida...

Saludos

Especial dedicación a todos aquellos que estuviesen esperando algo nuevo.