miércoles, 23 de marzo de 2011

LXIII

-"Tú quieres días que no se hacen ya" Elvira & Elphomega - Rancho de luz

-"Yo no quiero que sea perfecta ni que necesite fiestas que la diviertan" Zeropositivo - Quiero que sea guapa

-"Eres oxígeno en esta atmósfera cargada" Isusko & Sbrv - La mejor de las 9 con Sergio Ugarte

-Esto no significa nada. Sólo son frases.

Saludos

N. del A. - A partir de ahora intentaré poner enlaces a todas las canciones de las que realice extractos de frases.

domingo, 20 de marzo de 2011

Incertidumbre

Perdido y desorientado como una cucaracha huyendo de una zapatilla en manos de un hombre. Golpeándome con una pared que alguien ha puesto ahí en medio y que soy incapaz de saltar y mucho menos de encontrar su puerta. Eso suponiendo que haya una puerta, que no sea sólo un muro fronterizo del que no pasaré nunca.
Un nuevo satélite ha pasado cerca de mi mundo y lo ha cambiado todo. Lo que no me aventuro a pronosticar es si seguirá orbitando a mi alrededor o pasará como pasan las estrellas fugaces, efímeras estrellas fugaces...
Lo que parecía ser certeza ahora camina sobre un fino cable, en constante equilibrio, con su anclaje final extrañamente distante, como si nunca se alcanzase a pesar de que es imposible que algo físico e inamovible se separe. Aunque quizá no sea tan inamovible como pensaba.
Quizá todo sea relativo, quizá mi mundo de lógica aquí no sirva de nada.
El tiempo pasa y sigo esperando una frase que ilumine la oscuridad de conocimiento en la que me muevo. Será mejor quedarse quieto, cerrar los ojos (como si en la oscuridad hiciera falta) y rezar porque nada me golpee ni nada se me escape.
Algo pasará...

Saludos

lunes, 14 de marzo de 2011

El hombre que por no perder su paraguas perdió su maletín (Relato)

La mayor afición de Serafín era el cine. Dentro de su gris, rutinaria y anodina vida, su mayor fuente de esparcimiento o diversión era el cine. En esta idea han coincidido todos sus familiares, vecinos y compañeros de trabajo. Algunos de ellos insistieron en definir su vida como aburrida.
Tal era su afición por el séptimo arte que todas las tardes acudía a unos multicines de barrio que se encontraba camino de casa.
Antes de continuar con la historia es necesario comentar el segundo rasgo distintivo de nuestro protagonista. Este no era otro que el despiste. Olvidaba hacer cosas totalmente habituales pero que en realidad no le complicaban la vida, sino que se la hacían más trabajosa, más arrastrada. Quizá por eso su vida era tan rutinaria. Si limitaba las acciones de un día a las mínimas, las necesarias y todas ellas recurrentes, habituales o diarias eran menos las posibles situaciones en las que su despiste le pudiese hacer una jugarreta. Pero no pretendamos conocer a Serafín en profundidad, o desentrañar los engranajes de su comportamiento.
A Serafín la pasaban cosas como acordarse, justo al tomar la decisión de apagar la televisión, de desenchufar el aparato antimosquitos (nuestro amigo no soportaba el zumbido de los mosquitos junto a su oreja), olvidándose como resultado de la que había sido su reacción primaria, apagar la televisión.
Hubo otra ocasión en la que estuvo montado en un ascensor, sólo, parado porque no había pulsado ningún botón, durante un tiempo que Serafín, en una de las pocas ocasiones en las que se ha justificado o intentado minimizar su despiste, nunca ha reconocido y siempre ha contabilizado como poco.
Quizá el momento culmen de su despiste fuera plantarse en la frontera de Portugal siendo su recorrido previsto ir de Córdoba a Sevilla, simplemente porque sus recorridos en coche se reducían a los habituales y, al salir de ellos, toda su atención se concentraba en la carretera y el resto de coches.
La historia que nos ocupa tiene la peculiaridad de que conjuga su cruz y su luz: el despiste con sus sesiones de cine.
Ocurrió un día de invierno gris como él. Esos días Serafín iba a la oficina con su traje, su abrigo, su maletín, su paraguas, la cartera y las llaves de casa, cada cual en su bolsillo de la chaqueta correspondiente convenientemente cerrado con su botón.
Como todos y cada uno de los días de trabajo, fue al cine tras salir de la oficina, vio la película que había decidido previamente, el fin de semana, mirando concienzudamente los horarios de la cartelera.
Al salir, a la hora que había previsto y calculado, regresó normalmente a su casa. Cuando llegó al portal descubrió lo que ya todos sabéis por el título de esta historia: el paraguas se había quedado en la sala de cine.
Aquí se hace necesario resaltar lo que parecen dos casualidades, pero que unidas por el azar son el momento de inflexión de los acontecimientos relatados. Por una parte, y como ya hemos dicho, el día era gris y podía haber llovido, pero no lo hizo. Serafín se habría acordado de su paraguas si en algún punto del recorrido entre el cine y su casa una sola gota hubiese caído sobre su cabeza. Pero no ocurrió, y ese pequeño resorte mental no se activó. La segunda casualidad o acontecimiento al azar fue recordar su paraguas justo en el portal. Si lo hubiese recordado en su casa, habría podido soltar el maletín y ya no tendríamos historia, pero al habérsele venido a la memoria en el portal simplemente giró sobre sus pasos y regresó. Un resorte mental que, en este caso, saltó pronto o mal.
El caso es que nos encontramos a Serafín sentado en un banco frente a la puerta de la sala con el maletín a sus pies y entre ellos. Cuarenta y cinco minutos hasta que terminase la sesión y Serafín esperando, concentrado en su objetivo, recuperar su paraguas.
Las puertas de la sala se abren y un puñado de personas inunda el pasillo. Serafín se levanta, busca su butaca y en la de al lado su paraguas, lo coge, sale del cine y emprende el camino a casa por segunda vez en un mismo día.
Sin embargo esta segunda vez era diferente, estaba contento por haber recuperado su paraguas. Se sentía liviano, descansado, con un peso quitado de encima.
Y, como ya sabíais por el título de esta historia, no le faltaba nada de razón.
Allí se quedó, sólo como su dueño, el maletín de Serafín. Bajo un banco frente a una sala de cine. Esperando a que su propietario viniera a reclamarlo.


Especial dedicación a las estrellas fugaces, efímeras estrellas fugaces...

Saludos

martes, 8 de marzo de 2011

20 minutos

Este es el plan: veinte minutos sin parar de escribir, sólo para pensar. Aunque con pocos intervalos de pensamiento, no dejemos que las ideas estropeen los impulsos.
Música indispensable. El bombo y la caja del rap marcan el ritmo del tecleo. Bum-bap. Taca-taca-taca.
Frotando las manos intentando que las palabras caigan de ellas, como cae el zumo de una naranja al exprimirla.
El corazón es lo único que funciona aquí. La cabeza es un mero corrector ortográfico y un centro de operaciones que dirige los movimientos de las manos. Dos minutos. Como la canción de Kase O. Referencias al rap constantes. Es parte de mi vida. ¿Y de mí?
El ritmo se acelera conduciéndonos a un destino desconocido. Un kamikaze que corre y corre tiene un final más cierto que este.
No pares, no pares. Aquel director del equipo ONCE de ciclismo al que suspendieron por dar sustancias dopantes a sus corredores gritándole a Abraham Olano desde el coche Venga Abraham, venga Abraham.
Ninguna regla me impide borrar alguna frase siempre y cuando se sustituya rápidamente por otra de igual o mayor longitud. De una falta de reglamentación surge una regla.
La costumbre no consigue que el oído no se me vaya con las canciones que suenan en el equipo de música. Cuando estudio me pasa lo mismo: entre números y fórmulas me descubro moviendo los labios susurrando la canción que escucho en los auriculares.
Seis minutos. Ni la mitad. La cuesta se hace más empinada aunque la satisfacción de coronar puerto hace que merezca la pena. Referencias al ciclismo de una persona que no sabe montar en bicicleta. Intentar aprender con veintitantos años en Amsterdam sólo te conduce a chocarte con una valla y hacerte un pequeño corte en la mano. Con suerte.
Diez minutos. La mitad. El tiempo que dura un cuarto de baloncesto en términos de juego real. Pero aquí no hay dos minutos de intermedio con indicaciones del entrenador. Los aficionados nos llevan en volandas aunque no hayan venido ni se les espere.
No entiendo lo que dice pero tiene pinta de estar enfadado. La agresividad que desprende hace que libere tensión. Cuando me siento decaído me pongo rap de sonido agresivo y me animo. Esto se lo reconocí a una mujer hace años, lo que parece la prehistoria. Posteriormente me lo recordó mientras le lloraba al teléfono.
Malos momentos. De los que aprender. Siempre algo de lo que aprender. Lecturas positivas.
Quince minutos. Tres cuartos. Corriendo en el calentamiento de la clase de educación física. Último minuto rápido. Echando el bofe por la boca. Ahora comprobaré qué significa bofe buscándolo en el diccionario. Si alguien que me lee se plantea comenzar a escribir ahí le dejo una recomendación: consulta las palabras de las que no sepas a ciencia cierta su significado. Mejor previsor que presuntuoso.
Desfallezco. Parece que me voy a retirar pero me levanto y continúo. Como el final de Karate Kid. ¿Quién se cree que se den esas hostias en un campeonato de karate de chavales?. Es más ¿para qué había arbitro?
Mi mecanografía no es lo suficientemente buena como para haber escrito todo esto sin errores: letras que faltan, otras cambiadas de posición. Una pesadilla ortográfica.

Se cumplieron los veinte minutos. Vais a tener que creerme. En todo caso es como cuando en el colegio los profesores nos decían que si copiábamos los deberes sólo nos engañábamos a nosotros mismos.

Saludos

viernes, 4 de marzo de 2011

LXII

-"Hugh Grant es como todos nosotros: ni guapo ni feo, putero y un poco borracho" Que vida más triste

-"La fama de loco que tenía Aguirre influía en sus actos, es decir, que a medida que envejecía -tenía ya cuarenta y cinco años, que no eran pocos para un soldado- se creía en el caso de justificar su reputación. Para responder al deseo de influencia que la mayor parte de las personas tienen, se adaptaba a la reputación que le habían hecho..." Ramón J. Sender - La aventura equinoccial de Lope de Aguirre

-"En los colegios se aprende más de las calles que en las calles de colegio" Hablando en Plata - Aparta

-"La pasión asociada a una discusión es inversamente proporcional a la cantidad de información real disponible" Ley de la controversia de Gregory Benford (leída en Halón Disparado)

Saludos