miércoles, 28 de noviembre de 2012

LXXIX

-"¿Qué lenguaje puedo usar para que entiendas que lo que más me importa es lo que más me cuesta contar?"  Doc Diamond - Sunshine Kids con Elphomega y Poli124

-"Prefiero comer bien a tu mierda de cocaína"  Tote King y Shotta - Big Guns con C.Terrible

-"Haré lo que quiero que me hagan, ya ves. Voy a amar de verdad, sinceridad, voy a ser fiel. Haré las cosas si pensar, cabeza loca, si siento que se me sale el corazón por la boca. Voy a ser fuerte tiraré pa'lante aunque eso me cueste. Voy a darle un beso a mi madre antes de que se acueste"  Tote King y Shotta - Voy a...

-"El indecoroso traqueteo de los tacones de los hombres y el restregar de sus suelas contra el suelo le recordaron el grado de cultura que le diferenciaba de ellos. Sólo conseguiría hacer el ridículo si les citaba una poesía que no pudieran comprender. Pensarían que estaba evidenciando su mejor educación. Fracasaría con ellos como había fracasado con la muchacha en la despensa. Había adoptado un tono equivocado. Todo su discurso era una equivocación del principio al fin, un absoluto fracaso."  James Joyce - Dublineses: Los muertos


Saludos

lunes, 26 de noviembre de 2012

Graznido: Cuando veo un grupo de señoras...









Cuando veo un grupo señoras venir hacia mí andando por la calle y sé (porque se sabe) que no se van a apartar, intento, al pasar por su lado, golpear con mi codo el bolso de alguna de ellas. Para que se asusten.









lunes, 19 de noviembre de 2012

La pareja del autobús

Montan en el autobús como desconocidos, sin embargo él se sienta en paralelo a ella, no en el asiento contiguo (ella está sentada junto a la ventana) sino el del otro lado del pasillo y la mira directamente, todo su enorme cuerpo girado hacia ella, con sus piernas estorbando el paso, tanto que tiene que sentarse de forma natural para permitirme sentarme en los asientos finales del autobús.
Me inquieta la actitud de ambos y la discordancia de sus cuerpos. Como ya he dicho él es enorme, cerca de los dos metros y muy por encima de los 100 kilos. Se comporta torpe, nervioso, casi perturbado. Ella es menuda, poca cosa. Discreta, hace como que no lo ve, ignorándolo deliberadamente.
La cosa comienza a preocuparme cuando, sin motivo aparente (aunque acorde a su comportamiento errático), él cambia su asiento por el que está al lado de ella. Ahora, la abismal diferencia de sus cuerpos se hace más patente si cabe (yo estoy sentado justo tras ellos).
Me fijo en su cara (la de ella no puedo verla) mientras sigue mirándola, aunque por momentos vergonzoso, agache la cabeza. No parece demasiado inteligente, casi como un perro buscando la aprobación de su amo tras una trastada. Creo adivinar una bondad turbia en sus gestos, de ese tipo de gente que es buena hasta que, a fuerza de collejas en el colegio, cuando se cabrea lo hace con escándalo.
No soy el único que se ha fijado en el chaval. El pasajero que se sienta delante de ellos se gira de vez en cuando para vigilar la escena. Para entonces el chaval apoya sus brazos, y sobre estos su cabeza, en el respaldo del asiento que tiene frente a él. Es en ese momento cuando un gesto delata que se conocen: ella le da unos golpecitos en la pierna, atenta a que la posición adoptada por su compañero parece importunar al pasajero vigilante.
Él, perro reprendido por su amo, se sienta formal, con la espalda pegada al respaldo.
Ella, comprensiva y dispuesta a solucionar lo que quiera que haya pasado entre ellos, apoya cariñosa la cabeza en su hombro mientras le abraza el brazo. Hasta yo puedo sentir que todo va bien. Una conversación (su relación normal) se reinicia orgánicamente, con naturalidad.

Podría quitarme los auriculares y escuchar su conversación, descubrir la relación que los une o comprobar si el tono de sus voces demuestra lo mismo que sus gestos.
Pero hay gestos que por sí mismos merecen un texto.

Saludos

lunes, 12 de noviembre de 2012

Atardecer (Relato)

-Desde aquí se disfrutan unos atardeceres preciosos.
La casa, construida hacía varios años en lo alto de una colina, tenía unas privilegiadas vistas al mar y, efectivamente, los atardeceres que desde allí se podían observar eran dignos de ser vistos.
Sin embargo, el asunto dentro de la casa estaba mal de veras.
El propietario, un promotor inmobiliario abocado a la bancarrota, necesitaba vender urgentemente la casa que se había construido para su disfrute y retiro, cuando este llegase. Había dedicado a este, su proyecto personal, más tiempo que a cualquier lucrativo negocio. Se imaginaba a sí mismo, en un futuro lejano, viviendo en esa casa con su familia y compartiendo su vida en ella con una mujer en concreto.
Esa mujer en concreto, y aquí viene lo triste, es la misma a la que le estaba ofreciendo su casa. A ella y a su prometido, para ser más exactos.
A pesar de que se conocían desde hace años, tantos como duraba su amistad, y a que en ciertos momentos habían tenido acercamientos más o menos serios según la situación, nunca habían concretado su relación, dejándola por mero conformismo, en una sana amistad.
Pero, al igual que ocurre cuando a un niño le quitas un juguete, cuando vio que su relación iba en serio y que, finalmente, ella terminaba comprometiéndose, los sentimientos que permanecían aletargados cobraron viveza demasiado tarde.
Quizá en parte por eso, por su frustración personal, sus negocios comenzaron a ir de mal en peor, acabando por tener que malvender su futuro para intentar mantener su presente.
Ahora se encuentra ofreciendo la realización de parte de sus sueños a la parte no realizada de ese mismo sueño y su prometido. Doloroso renovado amor.
-Os dejo que lo penséis con calma. Yo tengo que irme, ya me devolveréis las llaves. En serio, no os vayáis de aquí sin haber visto el atardecer.
No podía aguantar más allí, viendo el sol bajar en el horizonte reflejándose en los ojos de ella mientras apoyaba su cabeza en el hombro de su prometido, que la abraza cariñoso.
Conduciendo colina abajo no puede borrar de su cabeza la imagen de la pareja, recortada al trasluz de los destellos naranja del crepúsculo del sol, mientras él cerraba la puerta de sus sueños.


Saludos

sábado, 10 de noviembre de 2012

Aniversarios (Relato)

Cuatro años que ahora te preguntas si fueron reales. Bueno, te diría que no debes dudar de lo que hayas vivido, aunque ciertamente para ella esos cuatro años han conformado una realidad con matices distintos a la tuya.

Un par de semanas después de romper te has enterado de que tu pareja, con la que ya habías cumplido cuatro años, ha vuelto con el que era su ex en el momento en que empezasteis (ahora tú eres el ex y el concepto se enturbia). Al mismo tiempo te llegan rumores, dicen que dice, de que ella nunca llegó a quitárselo de la cabeza mientras estabais juntos. Esto te lo cuenta algún amigo tuyo que conoce a algunas amigas suyas, las mismas que se autoproclamaban tus amigas y nunca te avisaron de que se cernían nubes de tormenta en lo que parecía una infinita comida campestre en un día soleado.
Un observador externo, e incluso algún amigo optimista por convicción, te diría que, a pesar de lo sucedido, te quedases con los buenos momentos, que en cuatro años debieron ser muchos. Objetivamente, no podías haber hecho nada para cambiar las cosas (terapia de electroshocks para que perdiese parte de su memoria). Además, ella sabrá lo que se pierde y dónde se mete (las personas no cambian y lo que fue un problema seguirá siéndolo), pero eso ya no es algo de lo que debas preocuparte.
Sin embargo tienes esa sensación de tiempo perdido y de engañado como un chino. No te voy a mentir, creo que yo también la tendría. Podríamos llamarlo "Síndrome del Show de Truman": ella poco menos que actuaba y tu eras poco más que un pardillo. Eso es injusto. No serías el primero que abre el sobre para comprobar que las estampitas no son más que recortes de periódico. Aunque como todos los profesores del mundo han dicho alguna vez, si copias en un examen te estás engañando a ti mismo (y en este caso, ella habría conseguido tu aprobado durante cuatro años).
Ahora es el momento de remodelar y redecorar: tirar abajo tabiques para recuperar todo ese espacio que antes tenías y, de paso, deshacerte de esos muebles que no te llegaron a gustar y cambiar ese color de las paredes que aprendiste a soportar.
Sí, tendrás esos momentos en los que te regodearas en tu tristeza mirando absorto la lluvia caer los días nublados y plomizos, grises como ese sentimiento aislado y autosuficiente que notas crecer y que, llegado el momento, implosionará y desaparecerá sin dejar rastro. Pero no serán más que clichés de películas románticas, asunciones adquiridas muy alejadas de lo que sería una sana lógica sentimental.

¿No quieres que sigamos juntos? No malgastaré energía pensando en ello. Adiós. Que te den.


Saludos

lunes, 5 de noviembre de 2012

Oración 9

Como si ya lo hubiese escrito todo y hacerlo otra vez sobre ti fuese algo novedoso.
Paro y riego los cactus que tengo junto a la pantalla del ordenador, esos que sólo recuerdo regar cuando escribo. Aunque no siempre sea sobre ti.
Cuando pienso detenidamente en ello, no encuentro razones por las que puse tanta ilusión y esperanza en tu persona. O quizá sí las encuentro pero evito pensar en ellas para no caer en la desilusión.
Algunos van a su avío, intentando amoldar las posibilidades del grupo a sus necesidades personales. Cuando lo vea a kilómetros de distancia no querré que me calienten la cabeza. Lo digo desde ahora.
Eso no quiere decir que no vaya a hacer todo lo posible. Pero insisto: no querré que me calienten la cabeza.
Todavía no hemos hablado de tu felicidad recientemente adquirida. Tengo que mentalizarme para una larga conversación.
Aun no he decidido si pasar desapercibido o hacer algo escandalosamente notorio.
Canciones que se caen a diario, como pelos de la cabeza. Malas decisiones en cosas irrelevantes.
Suicidas temerosos de morir que se cortan las venas de las muñecas transversalmente en vez de longitudinalmente.
Una cartera vacía sería suficiente para remunerar tu trabajo. Resultaría divertido que alguien se ofendiera por esto.
Nunca has estado perdido si no ibas a ningún lado, simplemente deambulabas.
De materia personal a generalidades. Oh God, my brain is racing.
Unas últimas palabras para ti: me iré; y volveré; y todo volverá a ser como es ahora. O no.

Saludos