miércoles, 26 de diciembre de 2012

LXXX

-"A la gente le cuesta pensar"

-"¿Se puede armar el taco en un campo de golf?"

-"When you said your last goodbay I died a little bit inside"  Kodaline - All I Want

-"Quisiera amarte siempre: eso jamás lo dudes. Quisiera darte el cielo para que volaras, niña, entre mis nubes y yo volara entre tus labios, proscrito del favorito delito que no han descrito los sabios"  Rapsusklei - Una lágrima



Saludos

domingo, 23 de diciembre de 2012

El día del fin del mundo

El día transcurre según lo previsto: tras la rutina, el alcohol y el cansancio se acumulan en tu cuerpo, poco a poco, pero sin parar. Mientras, haces lo posible para que en los siguientes días se produzca una buena noticia, algo que reseñar, algo con lo que ilusionarte. Cuando te acuestas, rendido, lo haces esperando dos cosas: descansar y una respuesta. Comprobaras ambas cosas a la mañana siguiente.
Las profecías apocalípticas han vuelto a fallar.

Te despiertas y todavía no lo sabes, pero una parte de tu mundo, efectivamente, ha llegado a su fin. Era una parte ilusoria, apenas cimentada, un castillo de naipes, pero una parte que sentías cobrar importancia. Desapareció con un movimiento de dedos, poco más que un chasquido. Algo limpio y quirúrgico, doloroso como una operación.
Otras profecías, estas de andar por casa, previsiones de conversación telefónica, también han fallado.

Adiós pequeña, adiós.

domingo, 16 de diciembre de 2012

VIP (Relato)

-¿Qué hacía en la sala VIP de aquel local?
-Supongo que, como todos los que estábamos allí, fui con mi novia y varios amigos a ver el concierto. Si se refiere concretamente a la sala VIP el caso es que conozco a uno de los dueños del local. Por lo que me contó habían tenido problemas con las entradas y se habían vendido de más, por lo que para descongestionar la zona general los dueños pasaron a sus amigos a la zona VIP, entre ellos la gente con la que iba y yo.
-¿Conocía de algo al señor Ramiro Jiménez, el otro denunciado?
-Aquella fue la primera noche que lo vi.
-¿Cómo se conocieron? ¿Hablaron de algo?
-Mi novia estaba sentada en un taburete, como los de los bares, y teníamos nuestras chaquetas colgadas del respaldo. Con algún movimiento la chaqueta de mi novia se cayó al suelo sin que nos diéramos cuenta. Ahí fue cuando conocí al tal Ramiro: él la recogió del suelo y me la dio. No llegamos a hablar de nada, simplemente le di las gracias y él me levantó el pulgar como diciendo "No hay de qué".
-Y al señor Luís Prieto, el denunciante, ¿lo conocía?
-Nunca lo había visto en mi vida. Lo sabría porque es alguien que no pasa desapercibido ¿no cree?
-Supongo. Pero continuemos: después de que Ramiro Jiménez le devolviese la chaqueta ¿qué pasó?
-Volví a colgarla del respaldo, esta vez con más cuidado, para que no volviese a caer. Luego seguí atento al concierto, sin más.
-¿Qué hacía mientras tanto Ramiro Jiménez?
-Bueno, como le he dicho yo estaba atento al escenario, pero había ratos en los que me tapaba la vista la gente que estaba delante mía. Eché una ojeada alrededor y lo vi abrazándose efusivamente con otro tipo. Supuse que sería algún amigo o algo así.
-¿Sólo eso? ¿No molestaba al señor Prieto o hablaba con él?
-Al menos no de forma directa. Como le digo estaba abrazándose con un amigo y ambos visiblemente borrachos, por lo que se tambaleaban peligrosamente, pero sin ninguna maldad.
-¿Fue entonces cuando empezaron los problemas?
-Pues si. En uno de sus tambaleos chocaron con el otro tipo, derramándole completamente su copa. Desde el primer instante se notó en su cara que no le había gustado nada. Los otros dos mientras tanto ni se habían dado cuenta.
-¿Quién comenzó el enfrentamiento?
-Al que le tiraron la copa. Se encaró con los otros dos y empezó a gesticular y a gritar, aunque con la música tan alta no pude escuchar lo que decía.
-¿Cómo se desarrolló la pelea?
-Los dos amigos iban bastante borrachos, así que cuando vieron a aquella mole braceando a su lado lo tomaron a risa y empezaron a descojonarse. Aquello no pareció sentarle bien al otro tipo que cada vez estaba más enfadado. Cuando los otros dos dejaron de hacerle caso, su enfado llegó a algún límite y empezaron los golpes: cogió al amigo de Ramiro, lo giró hacia él y lo tumbó de un puñetazo. A Ramiro no le di tiempo a reaccionar cuando ya lo tenía agarrado y comenzó a golpearle en la cara una y otra vez sin soltarle de la camiseta. Colgaba de su mano como un muñeco de tamaño real.
-Y ahí fue cuando usted intervino, ¿cierto?
-Cierto.
-¿Qué hizo usted exactamente?
-Bueno, apenas tuve tiempo de pensarlo: a un par de metros le estaban pegado una paliza mortal a un tipo que no se la había ganado. Por instinto bajé a mi novia del taburete, lo cogí por la patas y con la inercia de mi movimiento golpeé con todas mis fuerzas al tipo. Si no recuerdo mal le di de lleno en la cabeza, un poco por encima de la oreja. Sólo esperaba desconcertarlo, aturdirlo quizá, pero lo noqueé. Supongo que no pensé en el daño que podría causar.
-¿Por qué lo hizo? ¿Por qué intervino de esa manera en una pelea que no iba con usted, entre dos desconocidos?
-Verá, puede parecerle una estupidez, y ahora en frío fue a todas luces una equivocación, pero Ramiro había recogido la chaqueta de mi novia, un gesto de cortesía con unos desconocidos, y a mi me han educado para devolver los favores...



Saludos

martes, 11 de diciembre de 2012

Una sonrisa estúpida (Relato)

-Persigues fantasmas. Sombras, si quieres.
Tenían razón. Siempre fui un soñador, uno de esos alocados ingenuos que buscan no saben muy bien el qué, pero que cuando encuentran aquello que no esperaban, se aferran a ello para disfrutarlo más allá de lo posible.
-Es fácil vivir sin sueños.
Esa era mi contestación, siempre. Es fácil caminar por este valle de lágrimas que dicen que es la vida sin más objetivo que sobrevivir y mantener a buen resguardo las  migas de pan que, como hormigas, hemos guardado durante el verano a la espera del duro invierno.
Lo difícil es levantarse cada mañana con una sonrisa estúpida en la cara, no porque vayamos a conseguir nada ese día, sino porque cuando la noche vuelva a vencer al día y caigamos rendidos en la cama, habremos hecho lo posible por propagar la llama de nuestra ilusión.

Y así es como los sueños se mantienen y se forjan, con la mera esperanza de que en algún momento de nuestra existencia y gracias a haber trabajado nuestra fe, las cosas, simplemente, echen a rodar.


Saludos

Especial dedicación a aquellos que, a pesar de haber dejado de perseguir (momentáneamente) sus sueños, no han dejado de alimentarlos.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La ventana indiscreta (Relato)

El tipo se pasaba el día entero mirando por la ventana: desde el amanecer hasta el anochecer. Las cálidas noches de verano, incluso más tiempo.
Al principio pensé que solo era casualidad: las veces que yo me asomaba a la ventana, bien porque escuchaba algún ruido o simplemente algo me llamaba la atención, o que salía al balcón para tender ropa o regar las plantas lo podía ver en el bloque de enfrente, sentado en una silla de mimbre con unos cojines floreados con el color perdido por los años y el sol. Siempre en la misma ventana, siempre sentado en la misma dirección.
Sin embargo, a fuerza de comprobarlo, me di cuenta de que simplemente estaba allí todo el tiempo, mirando por la ventana sin más. Cada rato cambiaba de posición, parecía acomodarse y continuaba con su labor de vigilancia sin sentido.
Durante días me pasé horas observándole, intentando descifrar algún comportamiento extraño más allá del mundano hecho de sentarse en una silla junto a la ventana. Reproduje sus horarios para que no se me escapase en ningún momento. Como los policías de las películas que hacen del coche su casa durante una vigilancia, la habitación desde la que mejor podía observarle se convirtió en el único sitio en el que pasaba mi tiempo, siempre atento a cualquier signo delator.
Casi se convirtió en un quebradero de cabeza descubrir qué hacía siempre allí. Me montaba películas e historias, algunas realistas y algunas descabelladas: algún tipo de desorden mental, una espera por la persona amada (como en aquella canción de Maná), un miedo irracional a algo o alguien...
En absoluto estaba preparado para la explicación que él mismo me contó.
Un día decidí acercarme a su casa para resolver el enigma. Comprendí que era ridículo esperar a que algo pasase, era yo el que tenía que cambiar las cosas.
Crucé la calle y subí al piso que había contado desde mi casa. Cuando toqué a la puerta lo hice con cierto temor de lo que podría encontrarme: qué historia triste o loca me esperaba al cruzar ese umbral.
Para mi sorpresa, el hombre que abrió la puerta, el mismo al que llevaba días observando, lo hizo con una cortesía exquisita y con un aspecto perfectamente normal. Obviamente no me conocía, por lo que me dispuse a contarle la excusa que llevaba preparada, en parte verdad en parte ficción: que por casualidad le había visto varios días (no le dije cuantos días) sentado en el mismo sitio y que, ante la posibilidad de que necesitase asistencia médica, me había acercado para ver si todo iba bien.
-¡Oh, no, no, no!- dijo riéndose -Es usted muy amable, pero no tenía por qué preocuparse. Sígame y le explicaré.
Entré con él a su casa y me condujo hasta la ventana en la que le veía siempre sentado. Desde allí también se podía ver mi casa y la ventana desde la que le observaba, pero la silla estaba encarada en otra dirección.
-Mire en ese bloque- señalaba con su dedo un edificio al otro lado de la carretera, varios portales calle abajo -Ahora fíjese en el tercer piso, la ventana que hace esquina. ¿Ve a ese hombre sentado mirando hacia la calle? Pues no se lo va a creer pero ¡se pasa el día ahí sentado! ¡Todo el día! ¿No le parece extraño? Llevo un tiempo observándolo y todavía no he averiguado por qué lo hace, pero con el tiempo lo averiguaré.
Mi cara debía reflejar exactamente lo que sentía: una mezcla entre asombro y miedo por su evidente locura. No por su locura, sino por lo cerca que había estado de ser también la mía. El tipo, tan enfrascado como estaba contándome los horarios de su observado, no pareció percatarse de la extrañeza en mi rostro.
No recuerdo la excusa que balbuceé para salir de allí pitando, pero antes de que pudiera darse cuenta yo bajaba las escaleras con la esperanza de olvidar para siempre aquella extraña cadena de la que casi me convierto en un eslabón.



Saludos

domingo, 2 de diciembre de 2012

Saque y volea

Brotes verdes reviven en esta tierra antaño árida y hostil. Eso me obliga a pensar mi estúpida alegría.
Los consejos y maneras aplicados parecen dar sus frutos después de una distancia dilatada en el tiempo que, una vez más, parecía insalvable.
Igual que con lo que me espera dentro de dos meses, debo evitar las expectativas. El cuento de la lechera y todo eso.
No es día de parrafadas. Es día de susurrar acontecimientos y resguardarse del frío.
Juego corto y al pie. Saque y volea.
Y el que lo pueda entender lo entenderá.


Saludos

Especial dedicación al hombre cuyos consejos han motivado los recientes acontecimientos.