domingo, 12 de diciembre de 2010

Inoportuno (Relato)

Ninguna llamada de madrugada trae buenas noticias. A no ser que tengas amigos inoportunos. Entonces la característica fundamental de una llamada a media noche, esa mala noticia que te va cantando cada tono del teléfono, se transforma en una molestia proporcional a la borrachera que gaste tu forzado interlocutor.
-Tío, ¿dónde estás?- gritan al otro lado del teléfono, sumado al ambiente infernal que inunda el auricular.
-Joder, estás llamando a mi casa ¿dónde mierda crees que estoy? Llevo horas durmiendo, ¿Qué quieres?
-Vente que estamos aquí todos.- sus gritos aumentan cogidos de la mano con mi cabreo. Lanzar el teléfono contra la pared, que es lo que me pide el cuerpo, sería algo de lo que me arrepentiría en el momento justo en que abandonase mi mano hacia su destrucción.
-Cariño, ¿quién es?- mi novia, que hasta ahora dormía como yo, se une a la conversación
-Uno de mis impresentables amigos.- le digo mientras tapo el micrófono con la mano- No te preocupes y duerme.
-¿Con quién estás?- el borracho al que intento colgar gentilmente, todo sea por la amistad, ha escuchado a una mujer llamarme cariño y preguntar quién es, una mujer de la que no he hablado a ninguno de mis amigos porque siguen empeñados en que nos follemos a todo lo que se cruce por delante nuestra, como la camarera de ese bar al que solemos ir que que, según ellos, me come con la mirada.
-¿Con quién voy a estar?... con nadie. Dejadme dormir tranquilo, cabrones.- Cuelgo sin dar opción a réplica. Estoy tentado a dejar descolgado el teléfono, pero confío en que el alcohol les haya dejado un resquicio de sentido común como para no repetir la llamada.
-¿Por qué le has dicho que no estabas con nadie?- mi novia, de repente despejada y lista para la batalla me pregunta inquisitiva, vislumbrando la falta de información que tienen mis amigos con respecto a ella.
-¿Cómo que por qué?... por nada. Así le daba largas más rápido para poder colgarle.
-Era igual de rápido decirle que estabas conmigo.- su cabreo, inexistente hacía dos minutos, ha alcanzado el nivel del mío al inicio del diálogo telefónico y lo deja atrás a una velocidad pasmosa.
-Nena, está borracho, si le sigo tu nombre se va a hacer un lío y voy a tener que recordarle quién eres.- "recordarle": espero que una mentira piadosa suavice la situación.
-Señal de que no le has hablado lo suficiente de mi.- lanzo y... fallo- ¿Te avergüenzas de mí y por eso tus amigos no me conocen?
Mi cuello no puede sostener mi cabeza que cae abatida. Resignado y superado por la situación, me mentalizo para una larga conversación plagada de te quieros y cariños como atenuantes de su enfado; conversación en la que le razonaré una y otra vez mis inconsistentes motivos para no haber hablado de ella con mis amigos. Conversación en la que, al final, sólo quedará en claro mi incapacidad de resolver una situación cuando me despiertan de madrugada de manera inadecuada.
Va a resultar que estas llamadas siempre traen malas noticias.

Saludos

1 comentario:

Rafa dijo...

Me gusta lo de "el borracho al que intento colgar gentilmente, todo sea por la amistad".

La verdad es que he estado a ambos lados de ese telefono varias varias veces.

¿Te acuerdas de nuestra conversación del otro día? Lo de "no se razona con la emoción" Veo aquí un ejemplo claro.

Cuidate niño, hablamos.