Los espacios vacíos y oscuros ahora están llenos de luz y bien ventilados: una casa abandonada que, ya rehabilitada, se ha convertido en el sitio acogedor que siempre debería haber sido. Ahora solo es cuestión de llenarla de cosas sin llegar a convertirla en un lugar agobiante ni sobrecargado.
Desde la terraza se ve la luna, esa luna que cada noche va a mirarme con la cara torcida porque esa es su única cara.
El tiempo pasa rápido pero, si ese es el peaje que hay que pagar, me parece asombrosamente barato.
Orgánico y natural, como siempre he creído que deben ser estas cosas. No hay esfuerzo, solo ganas.
Otro acontecimiento con el que relativizar.
Triunfos no esperados, sonrisa perenne.
Sí, estoy hablando por ti.
Y podría ser un texto infinito...
Saludos
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