jueves, 26 de febrero de 2009

XXXVII

-"Una vez no pasa nada"

-"Ahí está del diez"

-"Cómo la hiena es intrépida con los muertos" Benito Pérez Galdós - Episodios Nacionales: El equipaje de Rey José

-Quedan 33 días.

Saludos

lunes, 16 de febrero de 2009

Recordando: La venganza se sirve fría (Relato)

Mi historia de venganza, como la gran mayoría, parte de sentimientos bajos y rastreros como son el odio y la envidia. La historias de venganzas por honor son sólo parte de los libros y de los cuentos y leyendas para niños. El ser humano es (somos, soy) mucho más simple que eso y hace demasiado tiempo que desterró la palabra honor de su diccionario como para recordarla, y menos para una venganza. Al leer esto os preguntareis qué tiene entonces de especial mi historia. Es cierto, no tiene nada de especial, ni siquiera es novedosa, incluso es probable que hayáis oído alguna parecida pero dicen que todo hombre tiene una historia que contar. Y, si dentro de un largo tiempo me pidiesen que contase alguna, supongo que sería esta.
Nos conocimos cuando eramos unos críos en el colegio. Durante esos años no eramos ni tan siquiera amigos. Simplemente compartíamos clase y cruzábamos las palabras justas y necesarias, es decir, nada más allá de "Déjame un bolígrafo" y poco más. Con la llegada de la pubertad me empecé a sentir atraído por ella, pero esa atracción se hacía extensible también al resto de chicas de la clase y prácticamente a las del resto del mundo (por aquello de la efervescencia de las hormonas)
Os ahorraré los detalles del cómo, pero el caso es que empezamos a salir el último año de secundaria, el justamente anterior a empezar la universidad. Era mi primera relación "seria" así que podéis haceros una idea de la ilusión con la que la tomé. Todos hemos pasado por eso, así que no podría deciros nada que no sepáis. Pero como todas las historias esa terminó. Para ser concretó la terminó ella. No importa con qué excusa (todos las rupturas se hacen con excusas). Lo que importa es que dolió. Y como pasa con estas cosas el dolor se convirtió en odio de una manera rápida y natural.
La universidad, luego el trabajo, el tiempo y mi odio nos separaron aún más. Supongo que para ella me convertí en otra cara más en las fotos de clase. Para mi era el foco de las iras de esa parte de mi que se había quedado en la adolescencia.
Pero el azar quiso que nuestros caminos se volvieran a cruzar. Y ahí vi mi oportunidad. Todo empezó con un café, al que la invité con la excusa (una vez más las excusas) de ponernos al día. Habían pasado años y ambos pasábamos la treintena. Ella se había casado, tenía dos hijos, un matrimonio feliz y ejercía de ama de casa a pesar de haber terminado brillantemente sus estudios. "Cada uno elije su vida" me dijo "y yo prefiero estas con mis hijos" Yo me limitaba a escuchar. En todos esos años había ganado experiencia en el trato con las mujeres y sabía mostrarme encantador.
Ese primer café llevó a otros, en los que había cada vez conversaciones más y más personales. Me había ganado su confianza. Era su confidente. El mejor que podía tener ya que no me relacionaba con nadie de su círculo ni familiar ni de amistad. Como sabéis todos los matrimonios tienen un resquicio, algo en lo que no encajan perfectamente, y yo encontré el suyo. Más bien ella me lo mostró. Desde que había tenido a su segundo hijo, ella pensaba que él no la veía igual de atractiva que antes. Así que aproveché ese resquicio para introducirme en él hasta convertirlo en un gran barranco.
A los pocos meses era su amante. Era como un gusano dentro de una manzana, comiéndola poco a poco desde dentro. Llegados a ese punto la manejaba como quería: descuidaba sus labores del hogar, conyugales y, lo que es peor, maternales. Recuerdo que en más de una ocasión la llamaron del colegio para que fuese a recoger a sus hijos mientras estaba todavía entre las sabanas de mi cama.
Mi jugada maestra llegó cuando la convencí para que dejara a su marido y viniera a vivir conmigo. Convencerla fue más difícil de lo que pensaba, pero lo hizo. Le contó toda la verdad a su marido una mañana y esa misma noche se acostaba conmigo con sus maletas al pie de la cama.
Sólo esperé un par de meses para decirle que quería dejarlo. ¿Mi excusa? Que habíamos ido demasiado rápido (realmente había sido yo el que había marcado el ritmo de la relación) Pero era tal el grado de amor que sentía por mi que no le permitía ni siquiera ver esa realidad tan a la vista. Se echó ella misma la culpa, me dijo que cambiaría, me suplicó con lágrimas en los ojos.
Pero mi venganza se había culminado. Se había quedado si marido, había abandonado a sus hijos por un hombre, no tenía casa. Había perdido su vida. Yo seguía igual que antes de conocerla.
Y esta es mi historia. Supongo que ahora me considerareis una especia de monstruo. No me importa. Cuando planeas algo durante tanto tiempo solo te importa que salga bien, no lo que opinen los demás. También pensareis que mi venganza fue desproporcionada. Es probable, pero ese odio había cobrado vida en mi interior y su hambre de venganza era inmenso y solo podía ser saciado con algo equivalente a su hambre.
¿Remordimientos? Ninguno. La venganza elimina cualquier sentimiento de remordimiento. Elimina cualquier rastro de empatía. Elimina cualquier resto de humanidad.

Saludos

viernes, 13 de febrero de 2009

XXXVI

-"Es que aquí trabajamos así"

-"Pildorazo de inicio de conversación"

-"¡Y el que más lo flipa compadre!"

-Un final digno a un plato honroso.

Saludos

Ha empezado la cuenta atrás: faltan 46 días.

domingo, 8 de febrero de 2009

Un poco de historia

La cruz de Borgoña. Traída a España por Felipe el Hermoso que, tras su boda con Juana I de Castilla (más conocida como Juana la Loca) en 1506, introdujo el signo distintivo de la casa de su madre, María de Borgoña, en nuestro país. Este signo sobre fondo blanco es lo que podemos catalogar como primera bandera española, usada por primera vez en la batalla de Pavía (1525) A veces sobre fondo amarillo, la cruz de Borgoña se convirtió en el símbolo característico de la bandera española hasta 1785.


Ese año Carlos III mediante Real Decreto promueve la realización de un concurso para la adopción de un nuevo pabellón de la Marina. El modelo elegido es el que ha perdurado hasta nuestros días. En principio usado sólo en los buques de guerra, en 1793 se ordenó que éste pabellón ondease también en los puertos y fuertes de la Marina. Finalmente, en 1843, la reina Isabel I ordena mediante Real Decreto su uso para todas las unidades militares, a partir de lo cual se la consideró definitivamente como bandera nacional. En primera instancia el escudo que acompaña la bandera es el de las Reales Armas de Carlos III, reducido a los dos cuarteles de Castilla y León, con la Corona Real encima. Este escudo es usado hasta 1873.


Durante la Primera República (1873-1874) es usado el mismo escudo anterior omitiendo (lógicamente) la corona real. Tras la reinstauración de la monarquía se volvería a usar el anterior escudo hasta 1931.

Con la Segunda República (1931-1936) se sustituyen por primera y única vez los colores de la bandera desde su adopción en 1785, cambiando la franja inferior a morada, provocando que sea conocida esta bandera como la tricolor. El escudo está formado por las armas de Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada; flanqueado por las columnas de Hércules enlazadas por una banda con la leyenda Plus Ultra (ambos símbolos incorporados originalmente por Carlos I de España en su escudo de armas) Además va timbrado por una corona mural.


Tras la Guerra Civil el régimen franquista volvió a adoptar los colores originales de la bandera. En esta ocasión en el escudo, a las armas citadas anteriormente, columnas hercúleas y banda, se le unían el lema Una Grande Libre (genuínamente nacinalista), el águila de San Juan (figura asociada a uno de los autores evangelistas que Isabel la Católica usó como soporte al escudo de los Reyes Católicos) y el yugo y las flechas (símbolo tradicional de los Reyes Católicos desde 1475 y posteriormente adoptado por la Falange en 1943)

Tras la caída de la dictadura franquista la Constitución de 1978 define los colores de la bandera, incorporándose el actual escudo en 1981. En él, junto con todos los elementos descritos en el escudo de la Segunda República, se añade un escusón formado por tres flores de lis sobre fondo azul que representa las armas de la rama de los Anjou de la casa de Borbón y se sustituye la corona mural por la Corona Real.

Tras esta humilde lección de historia aquí van mis reflexiones.

Esta bandera no representa una época (se asocia equivocadamente con el régimen franquista), representa nuestra historia, la de todos nosotros. No permitamos que ninguna corriente ideológica se apodere del símbolo que nos representa. Si la sentimos como nuestra, como de todos, nunca será suya.

Si ha existido en España una bandera que representase una época esa ha sido la tricolor, por eso me parece tan erróneo su ostentación, porque se cae en el error de querer asociar el símbolo de nuestra historia con el de una ideología. No se deben sustituir varios siglos por cinco años, por mucho que esos cinco años representen la lucha contra la época más oscura de nuestra historia.

Saludos

lunes, 2 de febrero de 2009

Fe

Nunca he sido una persona religiosa. Supongo que es parte de la educación que recibí. Tampoco ha sucedido ningún acontecimiento milagroso que me haya hecho cambiar de opinión. Sin embargo mi relación con la religión ha sido curiosa.
Con 11 años entré en un colegio concertado para cursar E.S.O. y Bachiller. El caso es que ese colegio, sin ser de los que coloquialmente llamamos de monjas o de curas, si que tiene cierta raíz religiosa (de hecho su nombre es el de un Papa) Pues allí llego yo, nuevo, sin conocer y creyendo que era obligatorio cursar la asignatura de Religión (luego me enteré de que era optativo sustituirla por Ética) Como podréis imaginar, al comienzo y al final de cada clase de Religión rezábamos un padrenuestro, todos juntos, yo incluido, que con esa edad lo más religioso que había hecho en mi vida era acudir a ceremonias como bodas y bautizos o visitar iglesias y catedrales. Os preguntaréis por qué cuando me enteré que podía cursar Ética no me cambié. Sucedía que la profesora de Religión era una de esas mujeres con aspecto de monja de vocación pero que no lo era, como si dijéramos una beata. Alumnos más veteranos que yo me contaron el interrogatorio pro-religión que tuvo que soportar un antiguo alumno que vivió una situación idéntica a la mía. Así que entre soportar un interrogatorio y vivir seis años una mentira de cara a esa profesora elegí lo segundo.
Con todo esto puede que penséis que soy un activista anti-iglesia o algo parecido. Nada más lejos de mi intención. Esto es simplemente el contexto de mi vida sobre el tema de la religión.
A partir de aquí debo decir que soy muy respetuoso con la gente creyente. De hecho me inspiran una sensación entre admiración y envidia. Admiración porque son capaces de tener confianza plena en algo de lo que es imposible demostrar su existencia. Envidia porque, cuando todo les falla, tienen una fe a la que aferrarse, porque por muy fuerte que uno se considere para salir de los malos momentos no se es omnipotente.
El problema de la religión es la mala prensa que tiene (¿que se ha creado?) Podría entrar en un debate de los hechos positivos (educación gratuita cuando nadie la ofrecía, mantenimiento de bienes culturales, obras sociales...) y negativos (Inquisición, apoyo a dictaduras, rechazo de métodos anticonceptivos...) de las diferentes religiones (fanatismo, extremismo islámico...) pero, en realidad, todas estas cosas no son las religión, estas cosas vienen de las personas que controlan las religiones, son estas personas las que desvirtúan el concepto de religión.
Luego está el lado folclórico de la religión, ese de las romerías, procesiones, encierros, Semana Santa y demás, que si te gustan pues perfecto y si no te gustan son un incordio pero te proporcionan días festivos, así que lo comido por lo servido. Todos contentos.
Personalmente me encuentro cada vez más espiritual en un sentido kármico: la bondad o maldad de mis actos repercutirá en mi vida y en la de los que me rodean. No es que crea ciegamente en esto, pero creo que es una buena filosofía de vida.
Saludos y que Dios (sea el que sea en el que creáis) os bendiga a todos.