martes, 26 de enero de 2010

La historia más real de sus vidas (Relato)

Se conocieron en el instituto. Allí se originó la atracción mutua. Porque al principio fue sólo atracción. Conforme empezaron a relacionarse esa atracción se consolidó, fructificando en lo que se podría denominar un amor platónico.
Esta relación tan especial era más que evidente para sus amigos comunes, tanto por las innegables señales como por las revelaciones privadas de una y otro. A pesar de los esfuerzos de sus amigos por, digamos, sincronizarlos y así llevar a buen término su relación, diferentes motivos (normalmente relacionados con la aparición esporádica y nunca de larga duración de terceras personas) impedían tan a priori loable y beneficioso objetivo.
En diferentes ocasiones parecieron alinearse los planetas, pero lo que podían haber sido diferentes comienzos para un largo romance no fueron más que escarceos propios de la edad, eso sí, con un trasfondo mucho más profundo que el que ninguno de los dos fue capaz de reconocer al otro.
Sus carreras, universitarias y laborales, los separaron geográficamente aunque mantuvieron su amistad. Aprovechaban las ocasiones en las que coincidían en su ciudad de origen para verse y ponerse al día, manteniendo así ese resquemor de lo que pudo ser y no fue. Las personas que los conocían desde su época escolar seguían apostando porque terminarían juntos a pesar de que ambos mantenían relaciones estables desde hacía varios años. Por eso no les extrañó cuando por separado y siempre ante un sólo confesor reconocían ser amantes ocasionales pero con continuidad en el tiempo.
Sus amigos se alegraban de, por fin, ver cumplido ese sueño largamente postergado. Se les veía pletóricos de felicidad, insuflados de la vitalidad que otorga el estar viviendo un amor juvenil.
Lo que pasa con los secretos que conoce mucha gente es que terminan sabiéndolos todo el mundo, llegando así a oídos de sus respectivas parejas que, incapaces de luchar contra un amor de tan longevo recorrido, se vieron obligados a cortar por lo sano. ¿Quién, en su misma situación, no habría hecho lo mismo?
Como consecuencia, los protagonistas de esta historia se encontraron liberados, sin ataduras que les impidiesen oficializar y hacer público lo que había empezado en la clandestinidad de una habitación a oscuras, bajo las sábanas de una cama.
Decidieron vivir juntos, el paso lógico que cualquier relación de futuro da más tarde o más temprano. Para ello uno de los dos tenía que abandonar su puesto de trabajo. Fue el primer escollo a superar y fue decisivo.
Es irrelevante quién cediese. Esa concesión provocó el primer resquicio en algo que la experiencia de los años había demostrado sólido. Quítale a un perro su hueso y gruñirá.
La mierda se acumulaba mientras se sucedían las discusiones. Se arrojaban reproches y se defendían con sacrificios del pasado. Decisiones propias de antaño ahora eran usadas como arsenal con el que herir a la pareja, culpando al contrario de acciones y actitudes individuales, rasgando la envoltura racional de lo que siempre fue emocional y dañando con ello, repartiendo responsabilidades con derechos de propiedad sobre la autoría.
La rudeza de la realidad había destruido lo que quizá tenía que haber sido por siempre un anhelo.

Saludos

miércoles, 20 de enero de 2010

Medicación (Relato)

Tos seca. Escupe sangre en el fregadero. Cada vez que lo hace, y es a menudo, se acuerda de Constantine, esa película protagonizada por Keanu Reeves basada en una serie de cómics de la editorial DC/Vértigo. Ambos soportan la misma enfermedad: cáncer de pulmón. Aunque en su caso eso fue sólo el origen. Ahora ese cáncer está metastatizado.
Hace meses que recibió el desahucio médico. Dejaron de administrarle morfina para los dolores cuando esta dejó de hacerle un efecto real sin riesgo de sobredosis. Ningún doctor se atrevió a rozar esa línea que separa el exceso de celo profesional por evitar dolor y la eutanasia. Tampoco es que se lo reprochase: ningún cliente puede obligar a ningún trabajador a saltarse las leyes en su empleo.
Desde entonces empezó a "automedicarse" con marihuana "terapéutica". La había consumido de joven pero cuando comenzó su vida laboral abandonó el consumo pero mantuvo el hábito de fumar tabaco.
Puto tabaco. Ahora maldice cada cigarrillo que ha fumado en su vida. No es tan estúpido como para culpar exclusivamente al tabaco (¿alguien ha dicho polución?) pero es innegable que no le ayudó.
Lógicamente su consumo de marihuana no es el más habitual, sería prácticamente un suicidio. En su lugar hace infusiones. Siempre anda por casa con un vaso lleno de un líquido verdoso. La idea es permanecer colocado todo el día. Así se encuentra sedado, como si parte de su espíritu anduviese fuera del cuerpo.
Sabe que cualquier día morirá durante un horrible ataque de tos, falto de oxígeno mientras esputos de sangre salen disparados de su boca. Tiene interés por saber si toda esa historia del cielo y el infierno es real. Sería gracioso que fuese como en la película...

Saludos

lunes, 11 de enero de 2010

Conversaciones de autobús: orígenes

Desde que tengo uso de razón he viajado en autobús. Tanto viajes largos como trayectos cortos.
Mis padres no tenían permiso de conducir y cuando en verano subíamos a Ávila a visitar a la familia viajábamos del modo más económico posible: en ocasiones era el tren y otras muchas fue el autobús.
Obviamente la misma situación se daba para movernos aquí en Málaga. Siempre he tenido tarjeta de estudiante de la EMT para usar el transporte público. Rizando el rizo los años de secundaria iba al instituto en el autobús que ofrecía el centro.
Y la cosa viene de familia. Mis abuelos usaban casi diariamente el autobús y en igual situación se encontró mi madre en sus años de estudiante y se encuentra actualmente en su etapa laboral. Tanto es así que conoce a innumerables conductores, muchos de los cuales antes de que se implantasen las nuevas tecnologías ejercían la labor de revisores, un trabajo que sólo se mantiene a día de hoy en los trenes.
Durante todos estos años de usuario del autobús (tanto público como semi-privado) he sido testigo de flagrantes faltas de educación, de alguna que otra curiosa anécdota, de accidentes de tráfico y, el motivo de este artículo, conversaciones de toda índole.
Como se suele decir no todo el monte es orégano y me he visto obligado a escuchar barbaridades, aunque también han abundado los comentarios críticos o cómicos e incluso conversaciones serias e interesantes en las que habría participado de conocer a los contertulios.
Pero todo cambió con la llegada del iPod. Desde entonces elijo las conversaciones que quiero oír. No me gusta llevar la música excesivamente alta (cuando todos estéis completamente sordos por los auriculares yo sólo estaré algo sordo. Ahora imagináos una risa malvada y tendréis el efecto completo) por lo que puedo escuchar lo que se cuece a mi alrededor: si es interesante aplico el oído y obtengo perlas y si no lo es subo un par de puntos el volumen y vuelvo a estar aislado.
Si queréis llamarme cotilla no tengo defensa, eso sí, cotilla selecto. No escucho por escuchar. Busco relevancia en las conversaciones de autobús. Y creedme que no es fácil.
Saludos

domingo, 3 de enero de 2010

LI

-"El mundo de las cabezas"

-"Tenía la edad suficiente como para quemarle el coche"

-"Con dos no es engañar porque menos por menos es más"

-"I tried to be perfect but nothing was worth it" Sum 41 - Pieces

Saludos