sábado, 11 de abril de 2015

Renglones

Uso la pequeña llave que guardo al fondo de un cajón para abrir la compuerta que me abre en canal y me permite leer mis heridas internas.
Cuentan una historia luminosa y esperanzadora que, ahora, se ha vuelto turbia y se escribe en renglones ilegibles de vacío y silencio.
Lo que era una tierna serigrafía de precisa filigrana se ha convertido en una sangrienta cicatriz que retuerce y deforma el tejido orgánico, transformado en una desagradable amalgama repleta de surcos y arañazos, como zarpazos de una bestia salvaje que no quiere seguir en esta jaula.
Leo la historia de mis propios días con la esperanza de que fluyan unas lágrimas purificadoras que limpien esta infección y, con su sal, ayuden a cicatrizar las nuevas emociones, pero la fuente está seca y solo hay congestión y angustia.
Leo disfrutando los buenos momentos para terminar revolcado y aturdido por el depresivo presente, luchando por continuar caminando a pesar de la pesada cadena que arrastro enganchada a mis tobillos.
Como un libro que te desagrada hasta llegar a hacerse interesante, releo una historia en la que, siendo protagonista, conozco cada detalle y matiz, pero de la que me siento extrañamente ajeno al verla transformada en palabras, como si  mi cuerpo rechazase un órgano recientemente trasplantado.
Cierro la compuerta y vuelvo a esconder la pequeña llave que guardo al fondo de un cajón, ahí donde no corre el peligro de ser descubierta por nadie, ahí donde puedo evitar compartirla.

Saludos

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