domingo, 19 de abril de 2015

Borroso (Relato)

Despierto en ese sitio indefinido entre la borrachera que todavía sigue activa desde anoche y el cansancio inevitable de haber dormido menos horas de las deseadas.
Un abrumador montón de cosas por hacer es lo primero que se cruza por mi cabeza, una cabeza que se rebela contra cualquier noción de equilibrio al incorporarme en la cama y quedarme sentado en ella.
Los recuerdos de la noche se reproducen con una evidente caída en la tasa de fotogramas por segundo, como una película proyectada en un quinetoscopio a color. Trato de trazar una linea temporal que ayude a descifrar las imágenes fragmentadas en las que demasiadas caras dificultan la localización de hora y lugar.
El agua fresca con la que me lavo la cara taladra ambas sienes como si estuviesen siendo atravesadas por un témpano de hielo: una dolorosa ayuda para terminar de espabilarme y despejar la visión. Los ojos hinchados y cada vez más arrugas a su alrededor son la muestra de que los años siguen pasando y dificultan hasta lo insoportable cualquier proceso de recuperación.
Me asomo a la terraza con una taza de café en la mano. Una soleada mañana de domingo es la tregua que el mundo me ofrece en unos momentos poco gratificantes si observo mi existencia en su completa y decepcionante irregularidad. Cada sorbo, endulzado a fuerza de cucharadas colmadas de azúcar, es parte de una cuenta atrás para el comienzo de una jornada de preparación para otra rutinaria semana sin nada que compartir con nadie.
Vivo en una continua escapada hacia el futuro con la esperanzada inseguridad de no saber qué demonios puede cambiar, qué demonios quiero cambiar. Por donde empezar.


Saludos

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