sábado, 10 de enero de 2015

¿De veras es amor? (Relato)

Temía haber desaparecido como lo haría un susurro durante un vendaval. Largos periodos de silencio, el suyo expectante, le inquietaban más que una ruptura declarada. Las yemas de los dedos le quemaban por las palabras no escritas igual que lo hacía su lengua cuando, tras un par de copas, se le antojaba encender un cigarrillo de esos que continuamente proclamaba estar dejando.
Siempre se había considerado un ejemplar de una especie en extinción: pocos lo echarían de menos hasta que, una vez extinto, se lamentasen de no haber hecho lo posible no ya por protegerlo, sino por haber disfrutado más de su existencia.
La realidad era bien distinta. Aunque algunas peculiaridades hacían que fuese "distinto", con unas comillas que demuestran los múltiples matices que contiene esa palabra, a grandes rasgos no había nada tan atrayente de su persona como para que quisieran tenerlo a su lado tanto como fuese posible.
Y sí, claro, hablo de mujeres.
Porque dentro de una vida bastante cómoda, el mayor inconveniente que le encontraba a la misma era saberse casi irremediablemente soltero.
No dejaba de intentarlo, de todas las formas que se os ocurran: amigas de amigas, páginas de búsqueda de pareja, aplicaciones de ligoteo, grupos de solteros en redes sociales...
Su situación resultaba extraña, o al menos inusual. Ninguna razón aparente le hacía especialmente desagradable o rechazable. Podría describiros una serie de características positivas que le hacían perfectamente compatible con cualquier mujer, pero sería como hacer una lista de la compra para llegar al supermercado y terminar echando al carro más cosas de las que habías apuntado.
Contactaba con tantas mujeres como su tiempo libre le permitía. Varios frentes abiertos en cada momento, sin descuidar ninguno.
Cada uno de ellos parecía funcionar bien, por lo menos al principio. Hablaba de cada una de ellas con la boca llena de halagos y la convicción de que "esta sí" según sus propias palabras. Aunque podría achacársele el que lo intentaba demasiado fuerte igualmente se podría decir que, cuando la situación lo necesitaba, sabía contenerse.
Sin embargo, indefectiblemente, llegaban los silencios y el vacío.
Y con esto volvemos al principio, a ese temor que le embargaba y le desquiciaba.
Y ahí sí es cuando la cagaba. Iba más allá de lo que las reglas no escritas dictan para dos personas que se están conociendo. Mostraba sus cartas, prácticamente las rendía, con la facilidad del que se siente abandonado y se arriesga con un movimiento suicida.
Las asustaba. Usaba términos demasiado profundos como para parecer ciertos aunque en realidad lo fueran. O quizá, en su engaño, terminaba creyéndose unos sentimientos inventados con los que trataba de retenerlas como un actor absorbido por su personaje.


Saludos

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