viernes, 26 de febrero de 2010

Aveinte

Hace años de este suceso y lo recuerdo a menudo.
Estábamos en Aveinte, el pueblo de origen de mi padre, una minúscula población de la provincia de Ávila a unos predecibles veinte kilómetros de la capital provincial .
Mi madre, mi hermano y un servidor habíamos ido a visitar a unos primos por parte mi padre que suelen pasar sus vacaciones en el pueblo.
El caso es que mi hermano y yo estábamos en el frontón, separado del núcleo original del pueblo por la Nacional 501, junto con unos primos de edades cercanas a las nuestras, esperando nuestro turno para entrar a jugar.
Ocupábamos parte de la sombra que proyecta un viejo muro construido en paralelo a un camino de tierra que discurre en su inicio junto al frontón para posteriormente continuar su trazado hacia la llanura castellana.
En estas que pasa un lugareño, el vivo retrato de un viejo campesino español: alto aunque algo encorvado por la edad, delgado, piel morena y curtida por horas de sol, andares parsimoniosos y fatigados.
Nos miró a mi hermano y a mi como quien ve una cara que le resulta familiar. No es necesario decir que, en nuestro caso, no teníamos ni la más remota idea de quien era ese buen hombre.
"¿Vosotros sois los Marios?" nos preguntó en clara referencia a mi fallecido padre.
Asentimos.
Un gesto de resignación se dibujó en su rostro. Apartó la mirada y continuó su camino.
No dijo nada más, ni tenía por qué hacerlo.

Saludos

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