lunes, 4 de junio de 2012

Soldados (Relato)

Somos un ejército muy numeroso. Nuestro entrenamiento es corto e intenso. Estamos siempre alerta, siempre preparados: nunca sabemos en qué momento marcharemos al frente. Lo único que sabemos es que nadie ha regresado. Jamás.
Qué nos espera cuando abandonamos los barracones es un misterio. Se oyen rumores e historias pero ¿es que alguien ha vuelto alguna vez para confirmarlas?
Hasta el día en que nos toca dirigirnos hacia la batalla.
Mientras avanzamos se nota la tensión a nuestro alrededor. Cada vez hace más calor, pero nadie baja el ritmo. Somos muchos y nos movemos juntos, como fluye el agua de un río.
Tras lo que parece una eternidad, pero no han sido más que unos minutos, la marcha se acelera y nos damos cuenta de que empieza lo complicado.
Nuestro equipamiento es nulo: contamos con nuestro cuerpo y nuestra cabeza, y creedme si os digo que la cabeza no es lo más necesario para seguir adelante.
Conforme nos adentramos en terreno enemigo notamos que estamos en territorio hostil, incluso el ambiente ha cambiado: hace aún más calor si cabe y el aire se nota ácido.
Veo caer compañeros a mi alrededor, a tantos que no podría ni aproximar un número. Pero nadie nos ataca; es este sitio el que acaba con nosotros por si solo. El resto seguimos sin mirar atrás. Sabemos por qué estamos aquí y estamos dispuestos a ello.
El camino es largo y sufrido pero llegamos suficientes para acometer la conquista de la fortaleza. Es un ataque frontal y masivo. Nos lanzamos en bloque tratando de acceder por todos lados. Los que llegan primero quedan atrapados en las paredes viscosas de la fortaleza. Para continuar con el asedio nos vemos obligados a esquivar y apartar los cuerpos yacentes de nuestros compañeros.
Es entonces cuando los supervivientes tomamos conciencia de que esto es una misión suicida para todos, que a los sumo uno o dos de nosotros logrará acceder a la fortaleza y enfrentarse a lo desconocido una vez más. Sin embargo, esta inevitabilidad no nos hace desistir y seguimos intentado hacer brecha, cada cual en su propia batalla personal.
Compañeros siguen desfalleciendo junto a mi, dándose por vencidos extenuados por el esfuerzo. Sigo empujando, empujando, solo para que, cuando creo que no puedo más, la pared se raje frente a mi y me permita meter la cabeza.
Recobro fuerzas. Sigo empujando.
Estoy dentro. Lo he conseguido y sé que seré el único, a pesar de que el puñado de compañeros que siguen fuera no dejan de intentarlo.
Es entonces cuando lo veo. No es como yo, pero es lo que veníamos buscando. Lo se porque me atrae, porque lo atraigo. Nos crearon para el momento definitivo en el que nos encontramos. Juntos seremos algo hermoso.
No nos unimos, nos fusionamos. Pero no pasamos a ser uno; nos convertimos en otro, algo totalmente distinto a nosotros, pero en parte nosotros.
Pierdo la conciencia.
Espero que este "otro" consiga ver la luz.


Saludos

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