jueves, 25 de abril de 2013

Cuadernos (Relato)

Su nombre, igual que él mismo, nunca importó a nadie. Cual historia sin moraleja o chiste sin gracia, pasaba rápidamente al olvido. Por eso nosotros los llamaremos A, ya que llamarle Anónimo toma demasiado tiempo por alguien de tan poca importancia.
A no conocía otra vida que la solitaria y monótona existencia a la que, a fuerza de repetición y desconocimiento, estaba acostumbrado.
Un solo suceso, poco común, iluminaba su vida de cuando en cuando. Aquellas ocasiones en las que alguien, un transeúnte desconocido, le miraba directamente a los ojos al cruzarse por la calle, suponían para A la única prueba observable de que seguía existiendo para el resto del mundo. Para estas ocasiones A llevaba siempre consigo un bolígrafo y un pequeño cuaderno donde apuntaba el día, la hora y el lugar concreto, además de una breve descripción de la persona, donde se había producido ese breve encuentro: insustancial para el desconocido, valioso para A.
Cada cierto tiempo A cogía sus antiguas libretas y releía páginas al azar, recordando así atesorados encuentros como un viejo avaro contaría las monedas de su bolsa.
Sus libretas y las cientos de personas sin nombre y sin pasado conocidos por A que en ellas aparecían eran su única compañía: difusos espectros que A dejaba escapar entre las hojas manuscritas sabiendo que, una vez cerrada la libreta y vuelta a su estante, volverían a estar disponibles para su triste regocijo.


Saludos

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