Él se tumba a su lado intentando hacer el mínimo ruido posible, aunque un profundo suspiro se escapa por su boca. Ella, sintiéndose culpable de una situación que ninguno de los dos ha deseado o causado, no le demuestra que está despierta. En su lugar, como por obligación, como si fuera lo que tiene que hacer, se gira hacia él y, haciéndose la dormida, pone su brazo en torno a él que, rígido y distante a pesar de estar a su lado, lo recibe resignado, como por obligación, como si fuera lo que tiene que hacer.
Llevan meses sin practicar sexo. Ni como rutina está ya en sus vidas. Desapareció ese sexo mecánico, desapasionado, de sábado sabadete, cumplidor con una ley no escrita que dice que los matrimonios tiene que acostarse juntos.
Ella le sigue queriendo. No de la manera alocada e irracional (¿pura?) del principio sino de un modo más sensato e interesado, consciente de la conveniencia y seguridad de seguir junto a él, aunque ese junto a él no sea más que una expresión.
Una idea, un pensamiento materializado desde hace mucho, la acompaña hasta que se duerme: sensación extraña la de seguir queriendo a alguien a pesar de un total desapego.
Saludos
2 comentarios:
UN alto porcentaje de parejas viven en ésta situación de mierda y no hay cojones de mandarlo todo al carajo...
Tremendamente real
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