domingo, 18 de marzo de 2012

Traidor (Relato)

-¿De dónde has sacado eso?
Cuando imaginó la situación no contempló esta respuesta. Ella lo acusaba de una dolorosa infidelidad y él, en lugar de negarlo o derrumbarse a sus pies arrepentido, la menospreció con esa pregunta. Esa pregunta no era solamente una negación implícita, sino que mandaba la acusación al terreno de la invención, la convertía prácticamente en una carta sacada de la manga. Como ya le dijo en una ocasión anterior, para él esto no era más que "una de esas películas que os montáis las mujeres cuando os aburrís".
Sin embargo, a pesar de la sorprendente cantidad de dolor que le produjo el desprecio de una persona a la que ya no amaba, lo que más daño le hizo fue su incapacidad de rebatirle de manera enérgica, contundente y airada. En vez de eso se acobardó, agachó la cabeza como el empollón que ve venir a un grupo de matoncillos a hincharlo a collejas.
Cuando tomó la decisión de acusarle en su cara lo hizo porque se sentía despechada, porque tenía la necesidad de gritar mirándole a los ojos, porque creyó que una vez hubiese dado el valiente paso de enfrentarse a él ese valor continuaría con ella hasta el final de una larga y llena de reproches discusión.
Ahora se encontraba frente a él y esas previsiones, esos deseos se habían derrumbado.
Entonces fue cuando sintió lastima. Por si misma y por él. Por ambos. Porque se había defraudado. Porque él no era el hombre que pretendía ser. Porque habían perdido el tiempo en una relación destruida por un tópico. Porque (y quizá esta fuese la principal causa de su lástima) el hombre del que un día estuvo enamorada se había convertido a sus ojos en un perro traidor...


Saludos

1 comentario:

Hitch dijo...

Enorme!