martes, 15 de enero de 2013

Eso se hace por las mañanas...

Esta es la historia: un servidor hace unos meses cumplió los 26. Según una ley reciente, al cumplir esta edad, uno deja de tener derecho a asistencia sanitaria como beneficiario del titular cabeza de familia (en este caso mi madre era la titular y yo, beneficiario), para pasar a ser titular por límite de ingresos (en caso de no estar trabajando).
Normalmente este trámite se realiza de oficio (la propia Seguridad Social cambia tu estatus automáticamente al cumplir 26) pero, no me preguntéis por qué, porque tampoco me lo han sabido decir, en mi caso no fue así.
El caso es que, tras enterarme, solicito la documentación necesaria para ser titular por límite de renta, documentación que, una vez obtenida, me acerco a presentar, como corresponde, en mi Centro de Salud.
Y aquí viene lo gracioso. De las dos señoras que atienden en recepción la primera de ellas (la que me atiende por riguroso orden de cola) me dice las palabras que dan título a este artículo "Eso se hace por las mañanas". Me asombra que un trámite a priori tan sencillo (modificar algún dato en la base de usuarios que utilicen) pueda resultar tan complejo como para tener habilitadas horas específicas para ello, por lo que le comento mi situación: estoy realizando unas prácticas por las mañanas y me trastocaría el horario tener que hacer ese trámite cuando (se supone, o eso me acaba de decir) se debe hacer. Me propone que lo intente con su compañera, la cual, sin más explicación, teclea mis datos en un ordenador y en menos de cinco minutos me soluciona el trámite.
No voy a entrar en la manida baja productividad de los empleados públicos, pero sí en algo más sangrante como los horarios.
Que un banco (empresas privadas al servicio de sus clientes) decidan tener un horario de atención al público más reducido (y coincidente en el tiempo) que el horario laboral de cualquier trabajador, y que además para ciertos trámites (véase el pago de recibos) elijan ciertas horas de ciertos días de la semana, con horarios más estrictos que los de un eclipse, es una decisión empresarial que nuestros impuestos no pagan.
Pero que lo mismo ocurra con cualquier administración pública no es lógico.
Parece que no hemos cambiado tanto desde el famoso "Vuelva usted mañana" de Larra...

Saludos

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