viernes, 24 de mayo de 2013

Violencia

Rompe algo.
Arrójalo contra el suelo, con fuerza. Vuélcalo. Atraviesa un cristal con lo que sea. Que algo valioso pase a ser inservible. La destrucción por el placer de la destrucción. Sólo por escuchar el armonioso estruendo de algo grande rompiéndose, algo que necesitó un trabajo para construirse y que tú puedes desmoronar en un segundo, lo que dura un arrebato de furia.

Quema algo.
La hipnótica danza rojiza de las llamas, como una bailarina seduciéndote. Luz, humo y luego cenizas. Convierte en realidad ese fuego que te quema por dentro. Purificación a través de la desintegración.

Golpea a alguien.
El último escalón. La solución definitiva. Hueso contra hueso. Una prueba de fragilidad. Sangre que brota de heridas abiertas, no las tuyas, las de alguien que, bajo tu incompresible criterio, se lo merezca. El agradable triunfo de la insensatez sobre la racionalidad.

Después, la calma.
Ya no hay rabia, ya no hay ira. Sólo la certeza de que, a pesar de todo, sigues latiendo vida.


Saludos

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