lunes, 20 de abril de 2009

Tentación (Relato)

Te encuentras en una habitación amplia, luminosa, como el hall de entrada a un imponente rascacielos pero con una sensación confortable, casi hogareña.
Las lisas paredes de mármol blanco contrastan con un cómodo suelo de láminas de madera de un color marrón que no sabrías nombrar.
El lejano techo es una gran bóveda de cristal por la que entra una ingente cantidad de luz, casi molesta para los ojos, pero innegablemente agradable.
Paseas arriba y abajo, tocando cada placa de mármol como si fueran diferentes una de otra, acercando tu cara al suelo para notar su mullida textura. Estás disfrutando de tu estancia en este lugar.
No podrías calcular el tamaño de la sala. De hecho, conforme te acercas a las paredes, estas parecen alejarse de ti, como si se sintieran tímidas ante tu presencia, si eso fuera posible.
Estás a gusto. No tienes frío ni calor. Ni hambre ni sed. En realidad tienes la impresión de no haber sentido esas necesidades nunca. No querrías abandonar este lugar nunca.
De repente te fijas en el centro de la sala. Ves algo que antes te pasó desapercibido. Una circunferencia en el suelo de aproximadamente un metro de radio. Parece la boca de un pozo, pero sin brocal.
Te asomas al agujero, temeroso de resbalar y caer. Una bocanada de aire frío te golpea en la cara. Gritas hacia el agujero, que te responde con un eco largo, profundo, como venido del más allá.
No consigues comprender como, en un sitio tan agradable, existe algo tan peligroso y aterrador. No lo concibes, se escapa a tu lógica y a tu instinto básico de seguridad.
A pesar de saber su peligrosidad, te sientes atraído hacia él. No dejas de plantearte preguntas sobre el pozo y para ninguna de ellas tienes respuestas. Ese desconocimiento te tensa. Te agitas como un animal enjaulado que día tras día viese una posibilidad lejana de escapar. Sin embargo, hace escasos momentos te sentías bien, seguro y protegido. Ahora la oscuridad te atrae, el miedo te acerca al pozo, sucumbes a la fatal tentación.
Te arrojas dentro de la tenebrosidad del pozo. Y caes, caes, caes...
Y mientras caes no puedes evitar echar de menos la confortable habitación de la que sólo alcanzas a ver un punto de luz más y más pequeño cada vez.
Y caes, caes, caes...

Saludos

1 comentario:

Yomismo dijo...

Quien no ha ansiado alguna vez dejarse caer a ese agujero.
Saludos.