lunes, 22 de junio de 2009

Futuro

Nunca se sabe donde vamos a acabar. Podemos montar proyectos mentales de futuro: qué estudiar, dónde estudiar, de qué trabajar, dónde trabajar, dónde vivir, dónde envejecer. Castillos de naipes. Luego la vida, nuestras aptitudes, la proyección de ellas que sacamos al exterior y la suerte nos llevan por cualquier otro camino. Quizá no el que elegimos o el que teníamos planeado, pero no necesariamente malo o peor, aunque si posiblemente frustrante por nuestra incapacidad de conseguir lo que esperábamos.
Una sola cosa es tangible en ese incierto y borroso futuro son las personas que queremos que formen parte de él. Lo único necesario es comunicación. Y vivimos en la era de la comunicación: cada vez más variada, más accesible, más barata, más fácil, más útil.
El problema, como siempre, serán las personas. Equivocarte en tu apuesta. Que esa gente con la que hoy cuentas sea con la que pondrás contar en el futuro no dependerá solo de ti (todo sería más sencillo si pudiésemos controlarlo) sino que dependerá también de esas personas, personas con su propia visión de su futuro en la que puedes no entrar.
Y aquí no valen promesas, juramentos o buenas intenciones envueltas en vapores de alcohol.
Aquí vale una realidad que se demuestra cuando se tiene que demostrar, no cuando queda bien. Esto no es política. Esto no son fotos estrechándonos las manos mientras sonreímos a la cámara.
Hay vínculos que van más allá de las palabras, que superan kilómetros y épocas en blanco. Sólo es cuestión de construirlos y mantenerlos. Y siempre os encontraréis quien no haga ni el más mínimo esfuerzo para ello.
Saludos

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