sábado, 22 de febrero de 2014

Todos tenemos un barco

Mi barco me lleva donde quiero; paisajes ya visitados, nuevos puertos por descubrir, rutas sin planificar. Despliego velas cuando quiero viajar rápido. A veces, simplemente, disfruto flotando en la inmensidad del mar.
Desde mi barco observo costas, playas y acantilados; una miríada de estrellas en las noches despejadas; la profundidad azul verdosa del agua. El azul fundiéndose con el azul en el horizonte.
En mi barco cada vez me acompañan más libros y canciones. Muchos botellines de cerveza vacíos.
Preparo grandes manjares en mi barco; fastuosos banquetes y frugales comidas.
Una escala siempre cuelga por la borda de mi barco; a veces la tentación de saltar, sin importar la temperatura del agua, es imposible de vencer.
Fenómenos atmosféricos se alían para hundir mi barco; olas gigantes y vientos huracanados que me lanzan contra afiladas rocas. La fragilidad de una cáscara de nuez. La resistencia de un acorazado. Siempre salimos victoriosos: no estaría aquí si fuera de otra manera.
En mi barco medito con la calma y calidez de los días soleados; grito hasta romperme la garganta en lenguajes inventados imaginando que alguien me escucha y entiende; corro desnudo por la cubierta en una ficticia caza de ancestrales animales salvajes; mantengo diálogos entre dos contertulios en infinito desacuerdo; cuento los dedos de mis manos hasta que hacen un número impar; dirijo una orquesta plagada de músicos virtuosos; me enfrento, retador, a deidades ya olvidadas; espero que las cosas cambien para algún día volver; hago planes de acontecimientos que nunca sucederán.
Mi barco me permite ser libre, ser yo; ni fingir ni actuar. Aislarme del resto; de sus fingimientos y actuaciones.
La capacidad de mi barco es limitada, pero siempre hay hueco para ti.

Saludos

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