domingo, 15 de junio de 2014

Amalgama

Todavía no has empezado a escribirlo y ya sabes lo complicado que va a ser. La razón es tan aparentemente sencilla como filosóficamente compleja: no sabes lo que quieres decir. Además, y esto agrava el problema, tampoco estás demasiado seguro de deber decir lo que quieras decir una vez lo sepas.
Un trabalenguas tendría más sentido.
Esta vez todo son dudas y espacios vacíos cuando, hace no tanto, las palabras salían con la fluidez del que tiene en mente, casi como hábito, su imagen sonriente por detrás de los párpados.
La incertidumbre de las consecuencias tras la recepción del mensaje no debería cambiar el contenido del mismo, y más teniendo en cuenta que son son tan impredecibles como imposibles de controlar.
Si habitualmente tratas de buscar las palabras concretas, en este caso habrán de ser precisas y adecuadas, un ejercicio casi quirúrgico sin anestesia ni finos cortes de bisturí.
Ni siquiera consigues discernir el estado de ánimo desde el que saldrán las palabras.
Parece la crónica de un desastre en un solo acto.

Quién sabe, puede que al final ni escribas nada, simplemente dejarás que todas esas sensaciones se embrollen y formen una madeja imposible de desentrañar a la espera de que, necesitado de tus propias respuestas, decidas tirar poco a poco del hilo.


Saludos

No hay comentarios: