jueves, 21 de agosto de 2014

Donde sucede lo bueno

De puertas hacia dentro en todos lados es igual: cegadoras luces destelleantes alternadas con oscuros rincones de falsa intimidad; autómatas de mentes confundidas en busca de calor ajeno, sin más valor que el efímeramente placentero intercambio de fluidos; música atronadora que aturde y desgasta. Pura convención social, pantomima de diversión, teatro de actores y actrices sin talento.
Pero la calle...
En la calle es donde sucede lo bueno porque es ahí donde te rodeas de los tuyos.
Nunca sucede nada interesante si no puedes escuchar a más allá de un palmo de distancia y en la calle no existe esa limitación: las conversaciones pueden fluir, ahora en la intimidad del que camina hombro con hombro, ahora en la algarabía de una chanza que se escucha en toda la calle.
El mero deambular, patear las calles con el único objetivo de seguir más tiempo en compañía de quien lo merece, detiene el tiempo en un absurdo de pamplinas sin sentido, el humor por el humor, estupidez a cambio de carcajadas.

Habrá quien me rebata este desprecio completo por cualquier local, incluso yo mismo tengo un puñado de buenos recuerdos en diferentes sitios y ciudades. Pero estas buenas experiencias siempre se basan en aquellas personas que estaban conmigo en aquellos momentos, siendo un factor prácticamente nulo el lugar donde nos encontrásemos.
Pero la calle...
La calle abraza a aquellos que se acogen en ella; aquellos que deciden, en contra de cualquier moda o mayoría, seguir sus andanzas al amparo de sus infinitos vericuetos; aquellos que, sin buscarlo, encuentran historias inesperadas y hallazgos aleatorios con los que confeccionar un anecdotario estrambótico y secreto, origen de bromas privadas.

El último refugio de aquellos que solo buscan diversión.


Saludos

No hay comentarios: