sábado, 28 de febrero de 2015

Juguetes

Por un lado, esos juguetes clásicos que llevan contigo desde pequeño. Mecanismos sencillos y una infinidad de horas de entretenimiento. Juguetes nada pretenciosos, hechos con la única intención de divertir, no pretender deslumbrar ni resultar llamativos en una estantería llena de competencia. Esos juguetes a los que volvías cada cierto tiempo para, jugando de nuevo como siempre jugabas con ellos, descubrir que no habían perdido su encanto.
En el otro lado, esos juguetes modernos, brillantes y recargados. Complicados en su forma y en su uso. Los que veías anunciados en televisión e idealizabas porque sabías que, con criterio, tus padres nunca te comprarían. Juguetes de los que te cansabas y nunca volvías a usar, que terminaban abandonados en el fondo de un cajón o dentro de un armario, cogiendo polvo olvidados en su futilidad.

Al final, todos alcanzan el mismo destino. Su obsolescencia llega cuando envejecemos. Los recordamos con cariño pero son recuerdos de un pasado al que nunca volveremos.
Y así, una parte de nosotros también yace acumulando suciedad en algún lugar olvidado de la casa.


Saludos

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