sábado, 14 de febrero de 2015

Perspectiva (Relato)

"Tienes que tomarte las cosas con una actitud distinta";"No todo puede afectarte así";"Trata de ver la vida de otra manera". Frases como estas, y otras similares, eran materia común en las conversaciones con la mayoría de la gente que lo conocía.
Tanto era así que decidió llevar una de ellas a la práctica de la manera más literal que se le ocurrió.
Si la solución era ver la vida de otra manera, desde otra perspectiva, ¿qué mejor modo que el cambiar, físicamente, el punto de vista?
Tras barajar diversas posibilidades concluyó que la forma más simple de practicar esa solución era comenzar a andar de espaldas, algo más sencillo de pensar que de llevar a la práctica. Al fin y al cabo, el cuerpo humano no está diseñado para desplazarse de manera inversa, pero su determinación a provocar cambios en su vida debería ser más fuerte que una dificultad evolutiva.
Los primeros días fueron conflictivos. Se daba golpes en los sitios más comunes e insospechados y, al forzar el cuello para poder ver por encima de sus hombros, los dolores cervicales fueron una constante tras varias horas en esta posición antinatural. Además, no era fácil de explicar a otros transeúntes que se chocaban con él que caminaba de así en un intento experimental de mejorar su vida: lo miraban como al loco que quizá era, lo que no le salvó de algunas trifulcas peligrosas. De una de ellas tuvo que escapar a la vieja usanza de correr hacia delante.
Cuando finalmente consiguió adaptarse a su nuevo estilo de caminar las cosas, efectivamente, mejoraron. Mientras andaba todo seguía igual: la gente que caminaba en sentido contrario pasaba por su lado tan fugazmente como lo había hecho hasta ahora y recibía miradas extrañadas de los que caminaban en su sentido. Sin embargo, y aquí sí cambiaron las cosas, cuando paraba en un paso de peatones o algún semáforo en rojo, podía mirar a la cara a aquellos que se paraban junto a él. Claro está que esas miradas de extrañeza seguían estando ahí, pero igualmente encontraba miradas positivamente curiosas; sonrisas de quien descubría en él una persona distinta o en evidente proceso vital; caras amigables a las que, todos los años de su vida, había dado la espalda en situaciones similares.
Esta nueva perspectiva había dado los frutos esperados: su humor cambió al comprobar que en la vida había muchas más cosas buenas de las que, en el agobio de la rutina, somos capaces de disfrutar.
Sin embargo, el mundo no se adapta con sincronía a nuestros cambios, y lo que comenzó como una idea alocada, se demostró como un cambio a mejor, terminó siendo su última decisión importante.
Había viejas malas costumbres que, por el simple hecho de cambiar la perspectiva, no habían desaparecido. Por encima del hombro pudo ver el semáforo parpadeando. El tiempo suficiente como para, en tres largas zancadas, cruzar la calzada hasta la otra acera solo que, ahora las zancadas no eran tan largas ni tan equilibradas. Una pierna que trastabilla a la otra; un tropiezo involuntario; un coche que, girando desde la calle transversal, no le ve caído en el suelo.
Tres elementos azarosos que ponen fin a la historia de un hombre con la determinación de algo tan complicado como tratar de cambiar para mejorar.


Saludos

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