lunes, 19 de noviembre de 2012

La pareja del autobús

Montan en el autobús como desconocidos, sin embargo él se sienta en paralelo a ella, no en el asiento contiguo (ella está sentada junto a la ventana) sino el del otro lado del pasillo y la mira directamente, todo su enorme cuerpo girado hacia ella, con sus piernas estorbando el paso, tanto que tiene que sentarse de forma natural para permitirme sentarme en los asientos finales del autobús.
Me inquieta la actitud de ambos y la discordancia de sus cuerpos. Como ya he dicho él es enorme, cerca de los dos metros y muy por encima de los 100 kilos. Se comporta torpe, nervioso, casi perturbado. Ella es menuda, poca cosa. Discreta, hace como que no lo ve, ignorándolo deliberadamente.
La cosa comienza a preocuparme cuando, sin motivo aparente (aunque acorde a su comportamiento errático), él cambia su asiento por el que está al lado de ella. Ahora, la abismal diferencia de sus cuerpos se hace más patente si cabe (yo estoy sentado justo tras ellos).
Me fijo en su cara (la de ella no puedo verla) mientras sigue mirándola, aunque por momentos vergonzoso, agache la cabeza. No parece demasiado inteligente, casi como un perro buscando la aprobación de su amo tras una trastada. Creo adivinar una bondad turbia en sus gestos, de ese tipo de gente que es buena hasta que, a fuerza de collejas en el colegio, cuando se cabrea lo hace con escándalo.
No soy el único que se ha fijado en el chaval. El pasajero que se sienta delante de ellos se gira de vez en cuando para vigilar la escena. Para entonces el chaval apoya sus brazos, y sobre estos su cabeza, en el respaldo del asiento que tiene frente a él. Es en ese momento cuando un gesto delata que se conocen: ella le da unos golpecitos en la pierna, atenta a que la posición adoptada por su compañero parece importunar al pasajero vigilante.
Él, perro reprendido por su amo, se sienta formal, con la espalda pegada al respaldo.
Ella, comprensiva y dispuesta a solucionar lo que quiera que haya pasado entre ellos, apoya cariñosa la cabeza en su hombro mientras le abraza el brazo. Hasta yo puedo sentir que todo va bien. Una conversación (su relación normal) se reinicia orgánicamente, con naturalidad.

Podría quitarme los auriculares y escuchar su conversación, descubrir la relación que los une o comprobar si el tono de sus voces demuestra lo mismo que sus gestos.
Pero hay gestos que por sí mismos merecen un texto.

Saludos

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