lunes, 5 de mayo de 2014

Encabalgamiento

Esa sensación flota en el aire como una pregunta incómoda que el eco repitiese una y otra vez; un mantra tóxico que termina por convertirse en un insecto metálico de miles de pies como cuchillas que desgarran el ego y la confianza. El oído soporta el ruido incesante de un motor sobrealimentado que excreta aceite y tizne; una pasta negra chorreante que inunda el cerebro y le hace sangrar y retorcerse en dolor: el centro de mando de un cuerpo quejumbroso, oxidado por el húmedo viento del desconcierto y el asqueo. Charcos de bilis comienzan a formarse en un suelo cubierto de un polvo tan viejo como las palabras nunca dichas: las que sobreviven, malditas y extenuadas, en el limbo de todo lo que es demasiado bueno como para ser tenido en cuenta. Todo se mueve tan lento que produce mareos y vómitos. Desastre y podredumbre que se mastican para intentar depurarlas y que acaban por infectar el estómago con los miles de cuerpos desmembrados abandonados como carroña tras una violenta batalla. Una luz densa y asfixiante golpea a unos ojos ya irritados por las radiaciones verdosas de las pantallas que muestran una realidad ficticia de sonrisas petrificadas y mentiras públicas; cuervos criados que te han vaciado las cuencas oculares y ahora vuelan hacia el anochecer con sus picos ensangrentados.


Saludos

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