domingo, 18 de mayo de 2014

Omega

Es una gran mentira eso de que el esfuerzo siempre se ve recompensado. Lo único seguro tras el esfuerzo es la satisfacción personal, el sentir que cada gota de sudor y lágrimas tenía un fin último y supremo: hojas de laurel imaginarias, tan reales que casi podrías sentir su olor al llevarlas en la cabeza a modo de corona.
Cuando, por capricho del destino, esfuerzo y recompensa llegan de la mano nada más importa, todo se olvida; el éxtasis eclipsa la propia existencia y esos momentos, segundos de oro que enmarcar, son las reservas de las que haremos uso en épocas de vacas flacas y sequías de ánimo.

Hacer cosas por el mero deseo de querer hacerlas: no con la intención de agradar, ni de convencer, ni de aparentar. No soy un político en campaña electoral. La honestidad de sueños por cumplir es la que habla por mí, yo me limito a editar y corregir: palabras bonitas para un buen mensaje.
En este caso, cualquier esfuerzo que pueda suponer no tiene ningún fin. El mensaje es el principio y el fin.
Podría inundar tus días de palabras. Hasta ahogarme. Es lo único que tengo.


Saludos

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